sábado, 21 de febrero de 2009

Poema

Herencia

Fue como si una mano levantara las hojas secas y otra
se encargara de revolver el aire
agitarlo, desparramar semillas, polvo
pájaros, billetes, insectos.
Ella tenía un pañuelo al cuello
y un pantalón años setenta
que ya no serviría después de esa tarde.
Se detuvo debajo de un toldo.
Fue como si una mano diera vuelta el presente
lo desparramara en piezas sueltas.
Mi madre perdió un embarazo como consecuencia
de la mala sangre. Nunca aclara a qué
se refiere cuando dice: perdí un embarazo
como consecuencia de la mala sangre
pero en mí, se ve
quedó el resabio de líquidos más pesados
y menos dulces que lo habitual.

Uno que sabe (lo digo por experiencia propia)

Taller de poesía de Osvaldo Bossi
Consultar arancel y método de trabajo a osbossi@yahoo.com.ar

jueves, 19 de febrero de 2009

Perdida en Uruguay

Dejen todo en mis manos, Mario Levrero. Mondadori
Fue uno de los libros que me llevé a Punta Rubia. Tenía mucha expectativa con ML. La novela luminosa, dicen, es lo mejor, pero ésta, más finita me pareció accesible para un primer acercamiento. Quizás me equivoqué. Se lee en dos días, o solo en uno si no se tiene demsiadas cosas para hacer. La leí en una playa desierta. No era el Caribe, no era África, era, casualmente, Uruguay Como había tan poca gente a mi alrededor y como casi se puede decir que durante todo el verano interactué solo con S y el pequeño L tuve la sensación, mientras la leía, de estar en cualquier parte del mundo. S hacía las compras –había que caminar 2 km. por la playa y estar dispuesto a venir todo cargado- así que ni siquiera llegué a registrar en qué moneda se hacían las transacciones o cuál era la condición del cambio.. Cuando conocí La Pedrera, el pueblo cercano, me pareció que bien podía ser cualquier pueblo sudamericano. Esta impresión le debe mucho a la novela de Levrero, a esos pueblos que describe el autor, Penurias y los demás. Y esas divagación o chiste que pareciera ser su incansable búsqueda de Juan Pérez o Juan López, ya no recuerdo y, obviamente, poco importa el nombre de este personaje. Esto es más o menos, lo único que puedo decir sobre la novela. Y que me pareció machista, pero probablemente sea parte de la construcción del personaje principal políticamente poco correcto, lo cual está bien. Quizás no haya sido la elección más acertada de mi parte. Lo peor es que a continuación agarré Las Cosas, que en el mientras tanto leía Las alas de la paloma y que la novela de ML se perdió a la sombra de otros tiempos en los que se podía seguir a través de muuuuchas páginas la interioridad de un personaje. Este tipo de novela esta casi muerta. Parece que ahora, la única manera de escribir es deconstruyendo –uy qué palabra pasada de moda, pero no se me ocurre otra- la narración. Prometo intentar con otra de ML -probablemente a trilogía, que me han recomedado mucho- a ver qué pasa. (O si es que pasa algo, o que ese “no pasar nada” al menos me deja algo en la memoria.)

Una que sabe

Taller de poesía de Irene Gruss
Los grupos serán de cupo limitado. Para una primera entrevista comunicarse con el 4982-5463 de lunes a viernes de 12 a 20 hrs. o bien escribir a iregruss@gmail.com antes del lunes 16 de marzo.

jueves, 12 de febrero de 2009

Deja vú

Estaba en Cúspide mirando libros. De pronto encontré uno cuyo autor ni siquiera recuerdo. Tampoco el título. Solo me acuerdo de que el libro parecía interesante, la tapa era más que seductora, creo que de Anagrama, pero poco importa, podría haber sido Tusquets, Sudamericana, lo mismo daba. Y de golpe fue como un deja vú. Me daban ganas de comprarlo aunque no supiera nada del autor, ni de sus temáticas. Aunque nadie, nadie me lo hubiera recomendado. Se me vino encima una sensación que no vivía desde hacía no sé, veinte años cuando iba a las librerías y compraba lo que me parecía que estaba bien, un poco por el título, otro poco por las primeras líneas y a veces por el final. Así descubrí a Carver. Pero el tema justamente estaba en que el nombre de autor no me influía, simplemente leía lo que se me daba la gana con la ingenuidad de quien descubre y se deja descubrir.
El martes en Cúspide enseguida pensé: en casa tengo To the Lighthouse, de V. Woolf -tengo ganas de leer todo Woolf, cosa que no he hecho- y dejé el libro desconocido en el estante. Una lástima quizás. Prometía trama, personajes y sobre todo el recuerdo de otra manera de leer. Porque hubo un tiempo en el que una biblioteca era algo más que recomendaciones, lecturas críticas, escritores conocidos y amigos, amados u odiados por cuestiones, a veces muy por debajo o por encima de la literatura.

viernes, 6 de febrero de 2009

Perec (y -no puedo evitarlo- algo de James)

Cuando mi amiga L me lo prestó me dijo: "con mi novio decimos que somos Jerome y Sylvie". Entendí que de esa manera acentuaba el carácter de préstamo del libro, pero también que me lo daba habiéndose ya ella apropiado de cierta identificación con sus personajes. Esto, sumado al hecho de que la edición de Anagrama no se consigue, hicieron del libro algo precioso y sumamente provisorio a la hora de ponerlo en la valija y trasladarlo rumbo a Punta Rubia. Sólo lo tendría unas pocas semanas, y durante ese lapso -y solo ése- podría adentrarme en esos personajes, pero de segunda mano, porque L ya "era" Sylvie. Ya alguien más me había dicho que me iba a encantar y se había encargado de llamar a todas las librerías conocidas para comprarlo. Pero no está, no se consigue.
Y sí: me encantó. Llego tarde probablemente a cualquier discusión de época,o a cualquier discusión en torno a Perec y eso probablemente me convierte en una lectora a destiempo y en tal sentido más desprejuiciada -si esto, acaso es posible más allá de una mera "sensación" propia.
No puedo evitar vincular la novela con The beast in the jungle, de H James. En ambas los personajes se mueven en un limbo, son, se podría decir, tipos, criaturas envueltas en cierta irrealidad, sólo que en el caso de Las cosas es imposible no tomar la posta de mi amiga L y sentir en carne propia la identificación con los personajes. Ese ideal hacia el cual se dirigen.... porque nada hacen por concretarlo; cierto desgano en relación a lo que no podrá ser y cierto dejarse llevar por el devenir cotidiano construyen una atmósfera de lo irrealizable, de expectativas inalcanzables ya desde la primera página. ¿No es también lo que le sucede al protagonista de la novela de James vuelto sobre sí mismo a la espera de vivir ese cataclismo, ese amor -o algún tipo de experiencia de una turbulencia gigantesca- que finalmente nunca llegará tal y como el la imagina?
La manera en la que Perec construye la realidad a partir de interminables listados de objetos y como esa realidad -cimentada en la acumulación o en la obtención de eso que se desea- va cambiando según sea el cristal de los ojos con los que se mire es conmovedora. No se me ocurre otra palabra. Ambas novelas son tan nostálgicas como yo. Un placer leer un texto de ideas. Donde se juega algo del escritor -algo más que desvíos narrativos, incoherencias, frases ingeniosas y oficio-, algo del lector, algo del mundo.
Disculpen errores de tipeo, salgo corriendo. Empezó, parece, el año.

lunes, 2 de febrero de 2009

Ganador absoluto verano 2009


Libro emblemático de los sesenta.
Me llegó ahora, más de diez años de su publicación en español. (había escrito 20, pero corrijo, se publicó en el 97)
Sublime.
Mañana viene el comentario.

Días de playa