tag:blogger.com,1999:blog-23870994427375776332024-03-13T14:59:55.496-07:00Una temporada de inviernoCarolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.comBlogger213125tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-31908703333587012752016-08-02T08:41:00.001-07:002016-08-02T08:41:05.893-07:00<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://2.bp.blogspot.com/-WNhIsnpnBIU/V6C_Cehd0AI/AAAAAAAABZE/ek6GJ-ClStklfa_lXiFyLICstd9EnsQ0gCLcB/s1600/absalon.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://2.bp.blogspot.com/-WNhIsnpnBIU/V6C_Cehd0AI/AAAAAAAABZE/ek6GJ-ClStklfa_lXiFyLICstd9EnsQ0gCLcB/s320/absalon.jpg" width="320" /></a></div>
<br />Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-57583012481518949852016-05-27T09:49:00.002-07:002016-05-27T09:49:40.714-07:00<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://3.bp.blogspot.com/-FcsmqdpZjSM/V0h6j-PhcrI/AAAAAAAABWQ/C5kFAOxoPgoBpHx_0KawichsWRtfREg1ACLcB/s1600/james%2By%2Bozick.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="214" src="https://3.bp.blogspot.com/-FcsmqdpZjSM/V0h6j-PhcrI/AAAAAAAABWQ/C5kFAOxoPgoBpHx_0KawichsWRtfREg1ACLcB/s320/james%2By%2Bozick.png" width="320" /></a></div>
<br />Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-67723122424681490342016-03-09T07:37:00.001-08:002016-03-09T07:37:02.491-08:00<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://4.bp.blogspot.com/-Cvk7cJBg1G8/VuBDFRaiKYI/AAAAAAAABQs/IRgqGjjJt0M/s1600/Flyer%2Bpor%2Btaller.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="179" src="https://4.bp.blogspot.com/-Cvk7cJBg1G8/VuBDFRaiKYI/AAAAAAAABQs/IRgqGjjJt0M/s320/Flyer%2Bpor%2Btaller.jpg" width="320" /></a></div>
<br />Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-49239467126909753102014-09-05T06:33:00.003-07:002014-09-05T06:44:18.984-07:00Lo que queda<div style="text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-OeIr_EHsyf0/VAm-GgrQH3I/AAAAAAAAA8g/pl4jD3Ix0Lc/s1600/cerati2.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://2.bp.blogspot.com/-OeIr_EHsyf0/VAm-GgrQH3I/AAAAAAAAA8g/pl4jD3Ix0Lc/s1600/cerati2.png" height="216" width="320" /></a></div>
<br />
No es mucho lo que nos queda de la gente. De las personas. Muere Gustavo Cerati y me doy cuenta de que su voz me conmueve. Estoy nerviosa todo el día. Tampoco es que haya sido una fan de Cerati de esas que hacen fila para darle un beso, para pedirle un autógrafo. Me encantaba, sí. Esa voz ultrasensual que te arrulla, que te lleva, que te trae. Pero, pensaba ayer, pareciera ser algo más lo que me mueve. Le mando un mensaje a una amiga, le digo: ¿te acordás cuando fuimos a verlo al Gran Rex? Me dice que sí, cómo olvidarlo, si nos llevo tu hermano. Y ahí hago clic. No es mucho lo que nos queda de las personas. Incluso de las que tenemos ahí al alcance de la mano. Habíamos ido al teatro con mi hermano y quien en ese momento era su novia. Un punto importante: somos hermanos por parte de mi padre. Para algunos esta aclaración puede parecer innecesaria. Familias ensambladas hay miles. Cuando yo era chica no había tantas. Apenas convivimos un año, creo y quizás ni eso. Yo tendría un año. Él doce o trece. No tenemos muchas vivencias compartidas. Pero, me doy cuenta ahora, las dos o tres que más guardo giran en torno a la música. </div>
<div style="text-align: justify;">
Soy muy chica, estamos en el auto esperando a alguien. A papá, supongo, pero no estoy segura. Imaginemos que sí: estamos los dos, él y yo, en el auto -estacionado en doble fila en alguna calle del Once- esperando a papá. Mi hermano me quiere enseñar una canción y empieza a tararear los versos de Pequeña semblanza de una familia tipo, de Sui Generis. Me la quiere enseñar. Papá se demora y hay tiempo. Mi hermano escribe los versos en una hoja. Canta la canción. Nos reímos los dos frente a la cuestión sangrienta, ese Mr. Jones, la madre muerta, la familia tan normal. Con el correr de los días aprendo de memoria la letra. Nunca más la olvido.Otra: mi hermano me presta la llave de su departamento. Vive solo, en Belgrano. Voy con un amigo a escuchar toda la música que tiene mi hermano, queremos grabar un par de cassettes. Nos pasamos la tarde escuchando a Soda.</div>
<div style="text-align: justify;">
No es mucho lo que nos queda de la gente.Quizás, más que el recital, más que ver a Cerati desde una fila tres, lo que guardo es la sensación de compartir esa voz con mi hermano. Compartir esa experiencia. La palabra, la letra, probablemente no sea tan potente como la voz, como el registro de la voz. Pienso en esto mientras escucho Prófugos, Signos, Canción Animal. Vuelvo a estar en el departamento de mi hermano, la espalda apoyada contra la pared. Llueve, igual que hoy. </div>
<br />Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-62146096231631964082014-08-22T09:55:00.001-07:002014-08-22T10:09:02.166-07:00Joyce Carol Oates<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-nBNQe1m9O_4/U_d1cq0MCbI/AAAAAAAAA8I/jY6Nf-WVAX8/s1600/oates.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://1.bp.blogspot.com/-nBNQe1m9O_4/U_d1cq0MCbI/AAAAAAAAA8I/jY6Nf-WVAX8/s1600/oates.jpg" height="320" width="212" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Arial;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Arial;">Siempre
me sorprende la intuición que motiva la elección de los libros que leemos. Desde
marzo tengo varios apilados por ahí, libros que me regalaron para mi cumpleaños
y que no abrí por estar completamente tomada por la novela que escribía. Mi primera
novela. Ojalá sea la primera de varias. Porque escribir narrativa me ha
parecido mucho más entretenido que escribir poesía. Yo misma tacharía el
adjetivo. Pero es así. Fue –es- un trabajo arduo. Hay que meterse de lleno en
la ficción. Se deja de vivir por un rato la propia vida -¡qué bueno esto por
dios!-. Se mira a la gente, se la piensa como si todos fuesen personajes de lo
que una está escribiendo. La letra corre mucho más rápidamente que en la poesía.
O al menos así fue esta tímida experiencia. Eso: entretenida. Abosorbente,
trabajosa, causa de insomnio pero sí: entretenida </span><span style="font-family: Arial;">El día que la llevé al concurso –S la llevó,
hizo las copias, etc- me crucé con un ómnibus lleno de chicos de un colegio
hebreo como el que asisten algunos de mis personajes. Sentí que era un buen augurio -así pienso las cosas, así creo que son: una cadena de buenos o malos augurios-. La cuestión es que durante agosto pude retomar la lectura. Leí una
de Julian Barnes recomendada por S: </span><i style="font-family: Arial;">The
sense of an ending</i><span style="font-family: Arial;">. Buenísima. Y sin embargo no fue más que eso. Una novela
redonda, prolijísima. Genial podríamos decir. La leí en tres días de cara al
sol de Bahia. Y sin embargo, me daba cuenta de que lo que en realidad tendría
que estar leyendo era otra cosa -quizás no me gusten tanto las
novelas cuadradas sino las que desbordan un poco, las que están
un poco menos pensadas y se dejan llevar como un mazo de cartas que </span><span style="font-family: Arial;"> </span><span style="font-family: Arial;">se cae y queda desplegado sobre la mesa-. Joyce
Carol Oates me esperaba. Ahí estaban las más de cuatrocientas páginas.
La foto de la tapa. La madre y la hija. Acá le pusieron Mamá y quizás es tan
poco seductora la palabra –que yo escucho a diario en boca de mis tres hijos, todo
el tiempo- lo que me impedía abrir el libro y arrancar. El título original es </span><i style="font-family: Arial;">Missing Mom</i><span style="font-family: Arial;">. Conclusión: fue una clase
de narrativa. La manera en la que Oates cuenta, todo lo que no dice, cómo salta
de capítulo en capítulo, cómo incluye los diálogos, cómo maneja el discurso
interior de Nikki (un personaje increíble), la manera en la que Nikki se va
transformando, lo que deja atrás; </span><span style="font-family: Arial;"> </span><span style="font-family: Arial;">cómo
construye a Wally Szalla –el hombre casado con el que sale-. Incluso se da el
lujo de incluir a un detective seductor y no caer en ningún lugar común o mejor
aún: jugar con el lugar común. Y Clare. ¡Clare! Qué buen personaje. Esa mujer
de voz mandona y llena de obligaciones autoimpuestas –no,
no, jamás querría ser como Clare- que va y viene por este suburbio de Nueva York, con sus dos hijos, su marido a cuestas. Y sí: el desborde de Oates. De seguir narrando y narrando, de entrar en detalles
innecesarios, de repetir, de seguir y seguir y seguir porque la experiencia de
la muerte de una madre es devastadora suceda a la edad que suceda, porque nos
quedamos solas –solos- porque el mundo irremediablemente va a ser un lugar
distinto, mucho menos seguro; porque la manera en la que lo cuenta merece cuatrocientas, quinientas, mil páginas. Todo esto sin caer en ningún cliché, en ninguna clase de
sentimentalismo barato, en ningún golpe bajo. Se</span><span style="font-family: Arial;"> trata de esas novelas que van a destiempo, en las que una aprende a conocer el mundo, los personajes. Es como si, por un rato una dejara de vivir en este ahora en el que ya ni siquiera somos post porque ser post es estar fuera de
twitter, fb, tinder, de la saturación de imágenes, de ese ver, ver, ver todo el tiempo y una
volviera a creer que “conocer” es posible -qué idea más decimonónica: conocer a través de la literatura- indagar en lo interior, saber algo más
sobre como son los procesos que hacen que vayamos cambiando a lo largo del
tiempo o que lo más propio de una ya estaba ahí, siempre. En fin: se abre un
mundo detrás de Oates. Muchísimas novelas por leer que tendrán que esperar un
interludio: S me regaló una de R. Walser. En edición de </span><st1:personname productid="la Biblioteca" style="font-family: Arial;" w:st="on">la Biblioteca</st1:personname><span style="font-family: Arial;"> de Coetze. Parece
que Walser murió congelado: lo encontraron unos chicos cubierto de nieve. Lo empiezo
a leer condicionada por este detalle fundamental: ya sé que me va a gustar. </span></div>
Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-4958189724427067272014-06-08T18:50:00.000-07:002014-06-08T18:50:57.566-07:00Una licencia autobiográfica<div style="text-align: justify;">
Tres o cuatro chicas corren por el patio de un colegio. Hace frío pero sólo llevan un suéter sobre la camisa blanca y la kilt. El colegio es sólo de chicas. Una de ellas -no recuerdo cuál- acaba de recibir una carta de amor. Dos, tres chicas se encierran en el baño para leer esa carta cuya destinataria muestra entre nerviosa y excitada: nunca antes había recibido una carta. Ella, ni ninguna de las que abren el papel y leen, leen y se ríen, felices. Alguien abre la puerta del baño. Escucha risas, comentarios. Es evidente que hay más de una alumna en el pequeño cubículo. Quizás se agacha, puede ver tres pares de pies asomar por debajo de la puerta. Los zapatos acordonados, las medias azules. (Parece una escena de Ciencias Morales, la novela de Kohan, pero no lo es). La directora ordena que abran la puerta y salgan. Lo dice en inglés. Open the door girls, open the door inmediately, dice. Mientras las chicas corren el pestillo de la puerta, la directora -una mujer de más de cuarenta, muy blanca, con un par de jeans y suéter a rombos- quizás se mire en el espejo, se acomode el pelo corto, cortísimo, detrás de las orejas. Tienen que salir, vuelve a decir, en inglés y con más énfasis. Las chicas tienen doce. Alguna, quizás, ya cumplió trece. Abren la puerta. La carta pesa como una piedra en el bolsillo de alguna, no importa cuál. Una a una tienen que explicar qué era lo que estaban haciendo, porque se habían encerrado en el baño. La carta no parece motivo suficiente -¿habría la directora recibido, alguna vez, una carta como esta? ¿o lo que estaba imaginando era algo mucho más picante, mucho más interesante para sancionar, al menos a las primeras dos alumnas?-. La directora insiste: qué es lo que estaban haciendo en el baño. Aunque está enojada, su bronca, su rabia no está dirigida con igual fuerza hacia las tres. Es hacia la tercera que lanza miradas de odio. Porque jamás había tenido, antes, que llamarle la atención. Es a la tercera a la que está dirigido un reto que más que reto es otra cosa, algo peor, como le dirá más tarde, en inglés: jamás imaginé una cosa así de vos, jamás pensé que me podías decepcionar así. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pienso en esto cuando, en un mail, escribo: "suelo ser sumamente responsable pero..." como frase para justificar la renuncia a una tarea. Juro, prometo, me propongo, jamás volver a escribir una frase como esa. ¡Salud!</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-51212949557631611092014-01-19T10:17:00.001-08:002014-01-19T10:21:43.591-08:00El amor a futuro<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-q_lZ-ojvbHI/UtwWfneQoZI/AAAAAAAAAzM/K4Rd7Z9oJhU/s1600/argerich+yes.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://3.bp.blogspot.com/-q_lZ-ojvbHI/UtwWfneQoZI/AAAAAAAAAzM/K4Rd7Z9oJhU/s1600/argerich+yes.jpg" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hacía un año que salíamos con S cuando llegó a casa con un CD de Martha Argerich. Para vos, me dijo, y me dio el disco envuelto en papel de regalo. Lo recibí con una sonrisa irónica. En ese afán que a veces me agarra por ser sincera, en esa imposibilidad de disimular mi frustración, le dije que ese regalo me parecía mucho más para él que para mí. ¿Me lo regalaba porque pensaba que me podía gustar? ¿Porque quería que me gustara?¿Porque no podía no gustarme? Si yo jamás escuchaba música clásica. ¿No era tal vez lo que él quería escuchar? ¿O lo que él quería que yo escuchara? Obviamente la discusión fue tremenda, la primera que tuvimos. Qué pavada, discutir por un CD, por un regalo en definitiva, pero ya se sabe, las discusiones son así. La verdad es que mi experiencia con la llamada música clásica estaba llena de prejuicios. Quienes la escuchaban me parecían en general llenos de afectación. Con el tiempo y la sucesión de conciertos a los que fuimos con S, esa idea fue cambiando. La música sinfónica sigue pareciéndome lejana, un poco estruendosa, pero ya no por prejuicio, sino simplemente porque prefiero la música de cámara. La cosa más íntima, más pequeña. Empecé a disfrutar de la música de cámara. Y creo que escuché "Cuadros de una exposición" de Mussorgsky cientos de veces. Ni hablar de Bach o, sobre todo, Debussy, así todo mezclado, desde el disfrute más genuino. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ayer, casi once años más tarde fuimos juntos a ver Bloody Daughter, el documental que filmó Stephanie Argerich sobre su relación con la madre y, más lateralmente, con su padre. Lo interesante de la peli, obvio, es el personaje Martha Argerich. Cómo toca, por Dios. Lo hermosa que es. Lo moderna. Lo poco que habla. Lo poco que tiene, tal vez, para decir, porque cuando toca lo dice todo. Esta mañana, mientras los chicos jugaban, pusimos el CD en cuestión, un CD que en estos once años no se perdió, no se arruinó, no terminó partido en dos por las garras de los niños como tantos otros. Pero un disco que, la verdad, yo jamás escuchaba. Era un acto de orgullo, quizás. O tal vez, simplemente, no lo tenía a mano. Hoy, mientras lo escuchábamos, pensaba: cómo en una pareja hay uno que, quizás, ve un poco más lejos que el otro. Puede que esa sea la clave -toco madera- del amor y la convivencia. Quién sabe. La cuestión es que me pasé la mañana escuchándola a Martha. Disfrutando del regalo de mi primer aniversario con S, once años más tarde.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
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La foto es de revista ñ. </div>
Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-32251364947722557272014-01-10T09:07:00.001-08:002014-01-10T09:07:47.644-08:00Verano<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-KohP0bEQi0M/UtAomdQDxDI/AAAAAAAAAyw/TMPqCcVqIRI/s1600/IMG_3164.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://1.bp.blogspot.com/-KohP0bEQi0M/UtAomdQDxDI/AAAAAAAAAyw/TMPqCcVqIRI/s1600/IMG_3164.JPG" height="240" width="320" /></a></div>
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-bg0zfPfJ4eY/UtAokryIDzI/AAAAAAAAAyo/vRRa--axbXc/s1600/IMG_0395.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://2.bp.blogspot.com/-bg0zfPfJ4eY/UtAokryIDzI/AAAAAAAAAyo/vRRa--axbXc/s1600/IMG_0395.JPG" height="240" width="320" /></a></div>
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-FzM_ZC9xVEc/UtAogM_BTTI/AAAAAAAAAyg/pBaEjrC6YEM/s1600/IMG_2770.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://4.bp.blogspot.com/-FzM_ZC9xVEc/UtAogM_BTTI/AAAAAAAAAyg/pBaEjrC6YEM/s1600/IMG_2770.JPG" height="240" width="320" /></a></div>
<br />Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-91835678315164262132013-12-26T18:14:00.001-08:002013-12-26T18:14:02.051-08:00Los restos del día<div style="text-align: justify;">
Escribo cuando todos duermen, cuando ya no queda nada en la casa, salvo juguetes tirados aquí y allá, ropa, medias, zapatos. Escribo cuando, por fin, la casa está en silencio y puedo imaginar que estoy sola, lejos y sola. Escribo antes de que se despierten, antes, incluso de que despunte el día, mientras todos duermen y si el bebé llora, si escucho que se mueve incómodo en la cuna me acerco, sigilosa, para que no se de cuenta de que soy yo, le pongo el chupete en la boca. Trato de no hacer ruido mientras me preparo un mate, una tostada, mientras saboreo esos primeros momentos del día, casi noche. Y después, como ahora, cuando ya nadie me necesita, cuando nadie me reclama, cuando nadie me pide nada y soy sólo yo la que me hablo, me digo, me pido <i>quedate un poco más, no te duermas todavía.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-78643655311122728102013-11-14T23:25:00.001-08:002013-11-14T23:25:53.171-08:004 AM: LLuvias<div style="text-align: justify;">
No sé exactamente cuándo la lluvia empezó a preocuparme. Cuándo fue que dejó de ser algo divertido, pintoresco, incluso algo deseado para transformarse en fuente de desvelos. De hecho son las cuatro de la mañana y no puedo dormir. Ya visité todos los sitios web de "pronóstico extendido" para ver cómo van a ser las próximas horas. Dando vueltas en la cama pienso en un sinfín de cuestiones prácticas que aburriría al lector más paciente. Me asomo a la ventana. Sí: llueve. Y tengo la poco original sensación de que no va a parar jamás. Pienso en todo lo que tengo que hacer, en los chicos, en el trabajo. Siento que vivo en una ciudad de la India alejada de todo, que jamás podré llegar a destino; no con la lluvia de por medio. Mi vida se ha transformado en la grilla de una empresa de logística. Dónde tiene que estar cada uno a determinada hora, quién busca, quién trae. Y la lluvia paraliza todo. Una de esas cosas que cambia con la llegada de los hijos, supongo. Y una que se dice: aprendé a relajarte, no te estreses, todo tiene solución: es lluvia nada más. Pero, claro, si el cuerpo -con sus tics, sus terminaciones nerviosas, sus contracciones musculares- pudiera hacerle caso a la mente los cajones de las farmacias que venden clonazepam no estarían vacíos. Ahí para un poquito. El bebé se mueve en la cuna. La noche se vuelve un poco más amable. Me doy cuenta de que estoy cansada. Ya no sé si lo que escucho es al lluvia que emana de la compu -es viejita y hace ruido- o la que proviene del otro lado de la ventana. Le pongo el chupete al bebé. Vuelvo a la cama. </div>
Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-66520677870150521282013-11-04T10:23:00.002-08:002013-11-04T10:23:20.190-08:00Perfumes<div style="text-align: justify;">
Recién, en el colectivo la mujer que viajaba al lado mío tenía un perfume que me llevaba a un lugar. No era en realidad perfume, era más bien una crema de enjuague, algo así, una mezcla de shampú y crema, nada grandilocuente. Era increíblemente familiar. Me inundaba de una sensación de bienestar, de haber sido feliz cuando, muchos años atrás, desde algún otro lado me llegaba el mismo perfume. La miré para ver si había algo especial en ella. Si era especialmente linda, si llevaba el pelo arreglado de alguna manera particular. Algo que acompañara ese perfume que me llevaba como en oleadas a algún recuerdo que no pude identificar. Pero no. De hecho tenía el pelo atado de una manera desprolija, no desprolija a propósito como usan tanto las adolescentes, sino desprolija de no haber sabido atárselo bien. Qué cosa los olores, los perfumes. Qué sentido, el olfato, capaz de guardar en secreto un recuerdo, como este que no pude todavía descifrar. Y ahí va a quedar. Tengo muy mala memoria. Pienso en esto mientras empiezo a leer una novela que promete ser exquisita: <i>Flores de un solo día</i>, de Anna Kazumi Stahl. </div>
Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-52081186484220670572013-11-01T09:06:00.002-07:002013-11-01T09:12:37.482-07:00Compañeros de viaje<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-MKqJ35UNREk/UnPQM0QGRqI/AAAAAAAAAwY/Gu8tHUwrUB8/s1600/51V4uFxpYLL._SY344_PJlook-inside-v2,TopRight,1,0_SH20_BO1,204,203,200_.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://1.bp.blogspot.com/-MKqJ35UNREk/UnPQM0QGRqI/AAAAAAAAAwY/Gu8tHUwrUB8/s320/51V4uFxpYLL._SY344_PJlook-inside-v2,TopRight,1,0_SH20_BO1,204,203,200_.jpg" width="213" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
Tendría que estar terminando de leer la novela. Sólo me faltan 100 de un total de 512 páginas. Pero no puedo evitarlo, tan lejos estoy del "vacío interior" al que quiere llevarme mi maestra de yoga. Hace días que estoy sumamente desconcentrada. Mientras leo pienso, y mientras pienso escribo mentalmente. Por ejemplo: esta entrada del blog. La novela es <i>The Marriage Plot</i>, de Jeffrey Eugenides. Y es buenísima. LLeva tiempo. Al principio me desconcertó, me pareció un poco banal, las anécdotas de una estudiantina. Pero había que darle tiempo. Había que seguir leyendo. Confirma también una teoría secreta que tengo: cuando una decide qué leer -así a ciegas: yo no sabía que la novela era, en realidad sobre creencias, sobre formas de practicar esas creencias, sobre religión entre otras cosas- hay un espíritu superior que elige por una. O un aspecto superior de una misma. La novela es exactamente lo que yo tenía que leer en este momento. Hace tiempo -desde que me embarqué en este proyecto de escribir una novela- que no dejo de maravillarme frente al trabajo consumado: esos relatos que parece que han sido escritos así, a la corrida, sin que la autora o el autor se haya detenido a pensar cómo o de qué manera poner esto o aquello. Como iluminados. Hay autores que dicen escribir así. Que aseguran no poder seguir si la página anterior no está perfecta, si no es la definitiva. En mi borrador todo es precario, provisorio, pero avanza. Por otro lado, no puedo hacerlo de otra manera. Hace un par de semanas me encontré con <a href="http://www.revistaenie.clarin.com/lecciones-metodo_0_1013898614.html">una nota muy interesante de Matías Serra Bradford </a>donde habla sobre esos compañeros de ruta que se eligen cuando una o uno escribe y que de alguna manera guían esa escritura. Bueno, Eugenides es uno de los míos. Ese "look inside" al que nos invita la portada, esa posibilidad que da amazon para que se pueda mirar el libro, sin duda sintetiza lo que propone la novela: mirar dentro, muy dentro de los personajes, llegar a ser los personajes, llegar hasta la médula de Leonard, Mitchell y Maddie. Y a través de esa introspección en estos tres jóvenes armar una trama. Digo: esto se me ocurre es el método de Eugenides. Entrar, entrar lo más profundo posible, como quién se adentra en una experiencia mística. No detenerse, seguir adelante con lo que cada personaje propone. Darle voz, dejarlo ser. La novela se consigue en castellano: La trama nupcial. Y se las recomiendo fervientemente. </div>
<br />Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-49443052985261181272013-10-20T19:11:00.003-07:002013-10-20T19:12:19.339-07:00La hija que odiaba a su madre<div style="text-align: justify;">
Está claro: tengo que cambiar de bar. Tampoco es que este sea un bar -"bar" me remite mucho más a la calle Corrientes-, es un cafecito que tiene un segundo salón donde en general la gente va a trabajar. En general. Hoy, fue el turno de "la mujer con más odio del mundo". Yo estaba con mi hijo más pequeño, en su cochecito. Apenas salimos se quedó dormido. S está enfermo y le venía bien que al menos lo librara de uno de los niños. Y yo quería avanzar en mi novela. Me pedí un agua mineral lo cual ganó inmediatamente la bronca de la mesera. Sólo que su bronca no era nada comparada con el odio de la mujer que estaba sentada casi enfrente de mí. Estaba con su madre, una señora en silla de ruedas. Muy vieja. Apenas encendí la compu escuché: "No me hablés de esa gente, no son simpáticos, porque cuando te llaman son todo amor, todo dulzura y después no ponen ni un peso por vos, así que ni me los nombres." La señora no decía nada. Tomaba de su té con esa mirada que tiene la gente cuando trata de no escuchar, de no registrar al otro. No sé qué más le decía la hija. Tenía tanto para recriminarle, tanto para echarle en cara. Cualquier cosa que su madre le dijera bastaba para que le lanzara otro dardo envenenado. Al final la hizo pagar a la pobre madre. Temblando -lo juro- firmó el cupón de la tarjeta. Yo pensaba: ¿para qué? ¿para qué la sacó del geriátrico y la trajo a comer? ¿no era mucho mejor dejarla a la pobre mujer mirando tele, dejarla con su rutina, dejarla, incluso, dormir la siesta, dejarla, digo, morir, eventualmente, morir como se debe? Puede que la mujer haya sido una pésima madre. De las peores. Un desastre. Pongamos una madre abandónica, pongamos que era violenta, que le pegaba. Digo: no hubiese sido mejor, quizás, dejar de hablarle. En última instancia pagarle el geriátrico, donde fuese que estuviese viviendo, pero dejarla ir. Hacerlo sin culpa. Seguir con lo propio. Hacer terapia, yoga, lo que sea, pero dejarla ir. Porque el odio que tenía la hija encima, la manera en la que miraba a un lado y al otro, le hacía mal a ella misma. La vieja ya estaba en otro lugar. Vaya a saber una dónde. Con sus recuerdos, con el lado de la vida que ella elegía ver. Y algo más, algo que me dejó pensando mucho: la bronca de esta mujer parecía venir de un lugar concreto. Ella veía lo que su madre se negaba a ver. Ella sabía que la gente "simpática" era una manga de sinvergüenzas y ella quería hacérselo ver a la madre. Ella era la portadora de la verdad. Ella sabía. </div>
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Entiendo que no es la mejor reflexión para el día de hoy. O tal vez sí. Para pensar un poco en esta relación tan profunda, tan fundamental, tan pasional. Madres e hijas. Y les pido de corazón a mis propios hijos: si algún día me van a invitar a comer para tirarme encima todo el odio del mundo, piénseno dos veces, es probable que con un pedazo de papel y una birome me dejen mucho más contenta.</div>
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<a href="http://2.bp.blogspot.com/--LPrkYYmlC0/UmSNOAm22EI/AAAAAAAAAvo/dR13jC6OQ7E/s1600/juana+hidalgo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://2.bp.blogspot.com/--LPrkYYmlC0/UmSNOAm22EI/AAAAAAAAAvo/dR13jC6OQ7E/s320/juana+hidalgo.jpg" width="240" /></a></div>
<br /></div>
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<span id="goog_334325611"></span></div>
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La foto es de Juana Hidalgo, actriz, una abuela postiza que ama a sus nietos postizos, algo así como el tercer ojo -la tercera abuela- de la abuelitud. Está con Manuel, el pequeñín que me acompaña en estas excursiones al café de la esquina. </div>
Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-61574322888137157312013-10-18T12:05:00.003-07:002013-10-18T12:15:49.941-07:00Casarse en una quinta<div style="text-align: justify;">
Ellas no tienen la culpa, claro. Esto es un bar, acá la gente viene a charlar. No todos son como yo y necesitan huir un rato de sus casas para escribir en paz. ¡Benditos sean! Pero, ¿ponerse a organizar un casamiento acá, en la mesa que está al lado de la mía? Por Dios. Les cuento: el casorio de la chica de camisa negra con flores es en una qiunta. Tiene lindo pelo, así que seguramente se haga un tocado importante. "No todos se bancan la de la quinta", dice. Yo me pregunto qué es lo que hay que bancarse. Pero ella lo aclara: parece que una desubicada le pidió llevar a la quinta a los hijos de su novio. La novia lee el mail: la pobre chica explica que se le complica mucho dejar a los hijos de su novio, qué no tiene mucha opción, incluso pide perdón por el atrevimiento. "No tenemos con quien dejarlos", explica. Pero no, no hay caso. La novia es implacable. El gasto que le insume es enorme. Y la desubicada esta "no tiene idea del gasto que implica casarse en una quinta". Ese es el tema: la quinta. La novia lee el mail que ella le mandó: "disculpá que no pueda solucionarte la vida", parece que le escribió. Y yo me pregunto: por Dios, ¿para qué la invitó? La imagino sacando cuentas -a la desubicada, no a la novia- pensando cómo, de qué manera conseguir una babysitter para poder ir. ¡No! ¡No vayas! Quedate en tu casa mirando alguna serie. Si vas vas a terminar gastando un dineral -VOS no la novia- para que te reciban con una sonrisa a medias porque, en realidad, la idea era que no fueras. Por suerte las amigas que están acá con la novia son otra cosa, son mejores, saben de sex toys -ahora hablan de eso- saben de baby showers, saben de canciones, saben lo que implica casarse en una quinta. En fin. Tenía que escribirlo. Al menos para que me rindan estas tres horas fuera de casa.<br />
<br />
PD: ¡¡¡NO!!! No elijas el fragemento del Evangelio que dice: "Si no tengo amor no soy nada", elegí otro, más original, por favor, te lo pido, al menos para que este tiempo valiosísimo que me acaban de quitar de las manos haya valido de verdad la pena. </div>
Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-59272270352905422292013-10-03T18:25:00.000-07:002013-10-03T18:25:22.894-07:00La hija de la cabra<div style="text-align: justify;">
El año pasado Bajo la luna publicó una novela excepcional. Una joya de esas que, de verdad, no abundan. La novela, <i>La hija de la cabra</i>, la escribió una querida amiga y excelente poeta: Mercedes Araujo. Hace mucho tiempo que espero que se publique la reseña que escribí. Casi un año diría. En ese tiempo la novela salió de la mesa de novedades, otros libros vinieron a ocupar su lugar y, mi lectura que tal vez podría haber colaborado apenas un poco para que la novela se venda -¡sí de eso viven los escritores y los editores, de las ventas!- quedó a medio camino: escrita pero no publicada. Ya saben, soy supersticiosa y creo que tal vez el hecho de finalmente publicar la reseña acá como si no tuviera ya ninguna esperanza de que el suplemento la saque, quizás haga el milagro y mañana al abrir la revista encuentre la crítica que con tanto cariño y admiración escribí. Si eso ocurre, prometo borrar del blog esta entrada. Si no ocurre, supongo que se entenderá que esperé lo suficiente. Aquí va, entonces, a la salud de la Juana, mi reseña de una de las mejores novelas de la literatura argentina que leí en los últimos tiempos. </div>
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<a href="http://2.bp.blogspot.com/-dLZJtL35yP0/Uk4YwibAMHI/AAAAAAAAAvE/4r79OrBOI7A/s1600/cabra.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://2.bp.blogspot.com/-dLZJtL35yP0/Uk4YwibAMHI/AAAAAAAAAvE/4r79OrBOI7A/s1600/cabra.jpg" /></a></div>
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A veces pasa: nos encontramos frente a una novela que
combina un trabajo de orfebrería con el lenguaje a la vez que plantea una trama
que atrapa, que no se puede dejar de leer. En algunos casos excepcionales
sucede algo más: se trata de relatos en los que el lenguaje parece fundarse a
cada paso, inventarse gozosamente, novelas que el lector disfruta, hipnotizado
por el descubrimiento de un tono, de una voz. Es el caso de <b>La hija de la cabra</b>, la primera novela
de la poeta Mercedes Araujo ganadora en 2011 del Primer Premio del Fondo
Nacional de las Artes. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El relato se centra en la historia de amor de “la Juana”
–una india huarpe mendocina, hija del cacique Cunampas– y un blanco durante la
época del Virreinato. Pero también es la historia de la familia de Juana, de
los hombres y mujeres de la comunidad, del hambre, de la sequía, de la ambición
de quienes explotan la tierra; una
verdadera épica del páramo. Y, si bien se trata de un paisaje cercano a la experiencia de la autora
–Araujo es mendocina– el tema del desierto es arriesgado. Invita a leer la
novela nada menos que dentro del corpus fundacional de nuestra literatura: José
Hernández pero también Martínez Estrada y Di Benedetto. Sólo que aquí es la
mirada de una mujer la que resignifica ese espacio simbólico. No sólo la de
Juana, también la de su gran amiga Rosalía y sobre todo la de su madre, La
Cabra –esa mujer que enloquece y se aparta, ¿o la apartan?, para morir sola.
Esa figura de la mujer que se vuelve loca, que hay que encerrar –en un ático o
en el monte como es el caso de La Cabra– ha sido emblemática para la crítica feminista
que estudió las representaciones de la mujer en la literatura del siglo XIX. Y
es muy interesante que Araujo la rescate. Por eso, la gran autora que aparece
aquí, la tradición en la que se escribe esta novela es la de Sara Gallardo y su
<b>Eisejuaz</b>. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Araujo construye un lenguaje en el que cuerpo y paisaje se
funden y fundan a su vez una manera de hablar, de decir –“El silencio y la
cerrazón han encaminado a Juana a un cerro. Cuerpea. Escala buscando un animal.
En la cima, lija de un vistazo el horizonte. Ni un solo bicho. Una mancha oscura
en un pico de roca viva”– que, sin
embargo, no parece forzada sino que nace con la naturalidad de la flor del
cardo y que recuerda, por ejemplo, el registro poético y abigarrado de Clarice
Lispector en <b>La araña</b>. Sólo que
aquí, cuando ese lenguaje parece opresivo –y en <b>La araña</b> Lispector lleva ese experimento al límite–, la autora
tiene la habilidad de enhebrar otro discurso, otro género que vuelve la
narración siempre al campo de la legibilidad. Son las cartas que escribe el ingeniero
Martinelli a su esposa desde el desierto y que le sirven a la autora para
terminar de hilvanar la trama. Es de celebrar, entonces, el riesgo que asume
Araujo. Como lectores, sólo nos queda asumir nuestra parte. Adentrarnos en la
experiencia del desierto y aceptar que, tal vez, la consecuencia sea perdernos
momentáneamente en ese laberinto de lenguaje y sentimiento trágico. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
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Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-10640994025418279372013-10-01T18:50:00.001-07:002013-10-02T17:28:14.885-07:00La educación musical<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-Hm4HETxwqRE/Ukt6KqTJBoI/AAAAAAAAAuw/FcnVTWmF9RY/s1600/bariloche.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="http://3.bp.blogspot.com/-Hm4HETxwqRE/Ukt6KqTJBoI/AAAAAAAAAuw/FcnVTWmF9RY/s320/bariloche.JPG" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: left;">
"El desierto será iempre esta casa donde nacieron</div>
<div style="text-align: left;">
y aún crecen. La arena migra de una pieza a otra</div>
<div style="text-align: left;">
y y los persigo, les presto un camello, les paso</div>
<div style="text-align: left;">
mi <i>kéfir</i> para protegerlos del sol mientras pierdo</div>
<div style="text-align: left;">
la cuenta de las noches y los días."</div>
<br />
El poema es del último libro de Yaki Setton. Quienes crecen, claro, son los hijos. Los de la foto son los míos. Dos de los tres, los dos más grandes. Me gustó el contraste entre los chicos, su abrigo y el cielo detrás, esas nubes que parecen comérselo todo. La foto la sacó S. Yo me había quedado con el bebé en lo de mi querida amiga Vero. Bueno, <a href="http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/resenas/Yaki-Setton-educacion-musical_0_997100330.html">aquí el link a la reseña</a> que escribí para Ñ en relación al libro de Yaki. Algo que me quedó afuera porque no sabía cómo escribirlo sin herir susceptibilidades: se suele decir que sólo los poetas leen poesía, bueno, este es un libro que perfectamente puede gustarle al lector de narrativa. Y no sólo porque los poemas tienen una cadencia que nos lleva a la prosa sino porque Setton aborda el tema desde lo más íntimo, lo más personal. En fin, se me ocurrió que el libro podría ser un buen regalo, por ejemplo. Un lindísimo libro para regalar. Y me dieron ganas de que se vendiera bien. Por eso la recomendación: regalen este libro sin importar que quien lo vaya a recibir sea o no amante de la poesía. Y viajen a las montañas. No hay nada como las montañas.Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-71883876411257408642013-09-17T10:18:00.002-07:002013-09-18T06:41:39.627-07:00Peluquerías palermitanas<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Mi madre es experta en peluquerías.
Yo no. Mi madre se conoce todos los locales de pelo de Buenos Aires, aunque a
decir verdad quizás esté perdiendo un poco ese mapa. El otro día dice que entró
a una en una galería y casi se muere. Que había sahumerios, que una mujer entró
con su perro. Le habían dicho que ahí el baño de keratina era genial y barato. <i>No entiendo por qué me dejo llevar por este
tipo de recomendaciones,</i> me dijo después. <i>Si yo de esto conozco</i>. Y tiene razón. De hecho uno de mis primeros
recuerdos de desamparo es en una peluquería. Estaba con mi mamá, esperando que
le hicieran el bendito brushing cuando, de golpe, me perdí. Creí verla, sentada
en uno de los sillones frente al espejo. Me acerqué con mis chiches. Le hablé. Cuando se dio
vuelta no era mi mamá. Recuerdo el pánico como si fuese hoy. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Yo, en cambio estoy lejos de ser una experta. Tal
vez a modo de reacción. Puede ser, por qué no. Pero no se confundan: no es que
odie las peluquerías. No tengo paciencia. Quiero que termine ya el trámite.
Prefiero mirarme al espejo y ser yo la que corte, alise, peine. Me divierte. Si
lo hace otro tengo que esperar, no puedo intervenir. Así que, hoy por hoy, mi
peluquería es la de al lado de casa. Tere, me hace el color y Pablo, su marido,
peina. Son paraguayos y sumamente expeditivos. </div>
<span style="text-align: justify;">Ahora lo de hoy: hace tiempo que
quería cortarme el pelo. Años, tal vez. Pero los rulos largos, la sensación de
que el pelo largo siempre es más sexy, en fin. No me lo cortaba. </span><i style="text-align: justify;">No te lo cortes, </i><span style="text-align: justify;">me decía S. Y le hice
caso. Hasta hoy. Me habían recomendado mucho una peluquería en Palermo
Hollywood o Soho, por ahí. Busqué en internet. Era muy cool. Tal vez demasiado.
Pero yo quería un cambio. Mejor hacérmelo con alguien cool, ¿o no? Hubiese
preferido un día de sol radiante. Podría haber elegido ropa más canchera. Me hubiese puesto mis súper plataformas. Pero
el frío apremiaba esta mañana, así que me puse las calzas, las botas de lluvia,
un tapadito. Estaba bien, ojo. Mi bufanda blanca y preciada. Pero bien para mi
barrio. No para Palermo. Cuestión que apenas abrí la puerta de la peluquería
entendí. Nadie iba a ser demasiado amable. De eso se trata Palermo Viejo. Nadie
te atiende muy bien. Deberías ser vos el agradecido de que te abran la puerta. Nadie
te hace sentir en casa. Sos visitante, siempre. La recepcionista me miró de
arriba abajo. </span><i style="text-align: justify;">¿Tenías turno?</i><span style="text-align: justify;"> Sí tenía
turno. Otra empleada leía una revista tirada en un sillón rojo rabioso. Levantó
la vista para mirarme. Dije el nombre del peluquero que me habían recomendado. </span><i style="text-align: justify;">Manu. </i><span style="text-align: justify;">Estaba parado atrás de la
recepcionista. Agarró mi abrigo, mi bufanda. Le expliqué lo que quería.
Alrededor mío todas las mujeres tenían pelo largo. ¿Estaría haciendo lo
correcto yo? ¿O me estaba inyectando un montón de años encima al cortarme el
pelo? Miré al peluquero. No se lo pregunté, claro. Él no estaba ahí para
responder preguntas de tipo existencial. Él cortaba pelos. Y lo hacía muy bien.
Artesanalmente, dividió mi cabeza en un montón de pequeños mechoncitos que fue
cortando uno a uno. Era exigente. No había que mover mucho la cabeza. Había que
seguir sus órdenes, no importa cuán cómoda o incómoda estuvieras en el sillón. El peluquero de al lado conversaba con su cliente. Un chico
que se hacía un corte a lo estrella de rock. Tal vez era el vocalista de algún
grupo alternativo del que yo jamás voy a oir hablar. Qué alivio sentí cuando
entró una señora grande. Yo no era la única que no era cool. Esta mujer podría
ser tranquilamente una de las clientas de Tere y Pablo. Tenía mil años, pero al
menos, no era una adolescente con toda la onda del mundo. Mi peluquero me
peinó. </span><i style="text-align: justify;">Con rulos,</i><span style="text-align: justify;"> dijo. </span><i style="text-align: justify;">Después si querés te lo hacés lacio, pero la
idea del corte es que sea con rulos.</i><span style="text-align: justify;"> Y entró la clienta de las once y
media. Por suerte la trataron con la misma indiferencia que a mí. Y eso que
ella ya lo conocía al peluquero y eso que, evidentemente era clienta. Manu, me
saludó con un beso. ¿Y la propina?, me pregunté. ¿Se da propina en Palermo? ¿Se
le mete la mano en el bolsillo como hacen las mujeres en las cientos de
peluquerías de los barrios que no son Palermo Hollywood? Jamás pude hacerlo y
el momento de la propina siempre fue de los más incómodos. Finalmente opté por
lo seguro. Le dejé un billete en la caja. </span><i style="text-align: justify;">Le
das esto a Manu por fa, </i><span style="text-align: justify;">dije. La recepcionista levantó la vista para
agarrarlo. Me miró. </span><i style="text-align: justify;">Me corté un montón, </i><span style="text-align: justify;">le
dije buscando algún comentario, algo que me reconfortara. Por toda respuesta me
dijo: </span><i style="text-align: justify;">sí</i><span style="text-align: justify;">. Sí. Nada más. Ella no
estaba ahí para ser mi compinche, claro. Por otro lado, el pelo de ella llegaba
hasta la cintura. Así que salí de la peluquería. Estaba feliz. Feliz por haber
cambiado. Y feliz por estar fuera de la peluquería. Manu es un genio, corta
como los dioses. Pero, mujeres con problemas de autoestima, abstenerse. Van a
salir hechas unas diosas. Pero eso: van a salir. Una vez fuera. Con los últimos
fríos del invierno, un cafecito humeante entre las manos, mirándose en todas
las vidrieras, satisfechas de haber sobrevivido a la onda sin fin de Palermo. </span>Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-25950473682048099432013-08-22T11:35:00.003-07:002013-08-22T11:35:46.848-07:00Por qué leer un clásico puede cambiarte la vida: la nota que nunca fue<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hace un tiempo ofrecí a alguna de las revistas en la que escribo una nota. No pegó. Pero a mí me sigue pareciendo buenísima. Buenísima en el tono de una revista de interés general, digo: no buenísima para el lector especializado en literatura. De verdad: se la ofrezco hasta a "Il paparazzi", ¿por qué no? Y, ahora que empiezo a leer una novela que ya me tiene bastante atrapada, vuelve a aparecer esa, la misma, idea: "Por qué leer un clásico este verano puede cambiarte la vida". ¿Se entiende que es para revista no para suplemento cultural? OK, sigo entonces. Hace un par de días empecé a leer <i>The Marriage Plot</i>, de Jeffrey Eugenides. No tiene un comienzo como los de Roth o Franzen. Pero, con el correr de las páginas ya estás metida en la historia. El personaje principal, Maddie, estudia literatura y, mientras todos leen a Derrida ella sigue fascinada con la literatura inglesa del siglo XIX. Es decir: Maddie atrasa. Entonces decide ponerse a tono con los tiempos que corren -los años 80- y se anota en un seminario de deconstrucción. Uno de sus compañeros dice como si hubiese descubierto un gran secreto: "para escribir hay que recurrir a otros libros, no hay que hablar del dolor real." Maddie -como yo- se retuerce en su silla: ¡No! quiere decir, la literatura habla del dolor real.Y esto me hizo pensar en esa nota, la que nunca nadie me compra. La de los clásicos y por qué pueden cambiar tu manera de ver el mundo. Aunque sólo hayas leído Sidney Sheldon toda tu vida. Aunque, ahora sólo leas ese de las Sombras de Grey. ¿Por qué no leer, este verano, La guerra y la paz, por ejemplo? O Los Buddenbruck. Aprovechar el tiempo detenido del verano para entrar en otro ritmo, el de la novela decimonónica. Dejarte llevar por el color de la ropa, el matiz del cuero de un zapato, el rayo de luz que cae oblicuo a través de la cúpula de una iglesia. No leer a lo loco acciones, diálogos. Como le dijo alguna vez un amigo poeta a Tina Balser, la protagonista del libro que acabo de terminar, nada como Proust para la gripe. Si no la cura, te acompaña al menos en ese letargo de la cama. Tengo muchos más argumentos. Arrancar un diario de lectura, por ejemplo. Ir escribiendo lo que nos pasa a medida que avanzamos en la lectura. La idea es que, quienes no leen o leen poco se propongan leer, este verano, un clásico. En fin. Ya picará alguna editora o algún editor. Hasta los invito a que me roben la idea. Imagino la gráfica: seis, siete libros en fila india: me ofrezco para decir qué hay en cada uno de ellos para enriquecer nuestra vida. Estoy optimista. Adhiero a la idea de que no hay vida sin literatura. O de que, para los que tenemos en el fondo de la cabeza una vocecita que nos va "narrando" el mundo, lo real empieza a existir en la medida en que le ponemos -o algún otro le pone- palabras.</div>
Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-89857148316043058132013-08-16T10:58:00.002-07:002013-08-16T10:58:15.715-07:00Siempre tarde<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
¿Cómo es? ¿Te salteas un
casillero y suenan todas las alarmas, te persiguen, te van a buscar a tu casa
como si estuvieras infringiendo la parte más fundamental del juego? Es la
segunda vez que me pasa. La primera fue porque me había olvidado de darle las
vacunas a mi hijo Manuel -me había atrasado un mes!- Cuando la enfermera del Rivadavia me atendió me hizo
sentir la peor madre del mundo. <i>Pero
usted no le está dando las vacunas su hijo</i>, dijo dispuesta a degollarme con
su lapicera. Me había olvidado. OK. Un desastre. Me olvidé. ¿Se las puede dar
por favor? ¿O tengo que ponerme a explicarle las mil razones que pudieron
haberme llevado a pasar por alto el tema de las vacunas? ¿Le cuento, o lo
dejamos así y usted se las aplica y yo sigo con mi desordenada vida de madre
que trabaja y tiene no uno ni dos, sino tres, ¡tres!, hijos? ¿Le cuento que,
además, hago otras cosas, <i>quiero hacer </i>otras cosas que no concreto y que eso me ocupa gran parte de la mente? ¿Le cuento que de noche no duermo,
que apenas sé dónde estoy y que por momentos tengo la sensación de que la vida
está a punto de tragarme entera como una ballena? ¿Qué además soy la delegada
de primer grado? ¿Le
cuento que a veces tengo miedo de estar cayendo en el pozo más profundo, pero que
me armo de valor y salgo con mi cochecito a la calle? Gracias a Dios no di
ninguna de estas explicaciones. Pero hoy, ¡otra vez! Y no fue, sólo el tema de
la enfermera. Hoy se le sumó una sanción económica. Mi prepaga no le daba a
Manuel las vacunas de los 6 meses porque yo se las estaba dando con retraso. A
ver: si una le da <i>una</i> vez las vacunas con retraso se atrasa todo el calendario.
Simple. Aplíqueselas y listo. Qué les importa. Cumplan con su parte. Sin
embargo: no. La prepaga me cobraba –se las daban sin problemas, pero 200 pesos
mediante- lo que el Estado me daba gratuitamente. Así que enfilé nuevamente
hacia el Rivadavia, me arrojé en las fauces de la enfermera psicópata. <i>Estas vacunas no las aplicamos acá</i>, djio
mirándome con desconfianza. <i>Bueno,</i>
dije, <i>dale la que tengas, yo al chico lo
tengo que vacunar.</i> <i>Le damos la
antigripal y las de los seis meses, </i>dijo esta vez sin mirarme<i>. </i>Y ahí estaba mi pobre Manuel víctima
de una madre desorganizada y de una monja que a la orden de <i>Mami, agárrele las rodillas, las rodillas,
no las piernas, las rodillas</i> <i>dije,</i>
le estampaba sin piedad la aguja. No sé. No sé si quería darle la antigripal.
Pero no pude parar a estas dos mujeres. No pude preguntar siquiera. Pienso: el
sistema privado de salud me aplastó como a una mosca –una cucaracha hubiese
resistido más- pero el público me dejó paralizada. No se podía ni preguntar. No
te daban el tiempo. No estaba esa posibilidad. Quedé paralizada. Y me fui con
mi retoño. Una vez, hace como un año, en la sala de espera de obstetricia de
este mismo hospital vi como una mujer intentaba llenar el formulario que se le
pedía. No podía entender qué era lo que le preguntaban. Y miraba la hoja
como si estuviera leyendo un idioma extranjero. Estuvo un rato largo ahí, hasta
que la secretaria se acercó, le sacó de las manos el dni, y le dictó las respuestas. Esa violencia es lo que sentí hoy. Un sistema -tanto el público como el privado- que te expulsa sin concesiones. Que te culpabliliza. Salvo que una haga todo "by the book". No será mi caso. </div>
Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-65999852842683724832013-08-08T06:24:00.000-07:002013-08-08T06:24:00.065-07:00El Sr. A y la página 160<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-stPv4vfdhh0/UgObwOSqsfI/AAAAAAAAAtE/GE79RXvFgFA/s1600/Diary+of+a+Mad+Housewife.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://4.bp.blogspot.com/-stPv4vfdhh0/UgObwOSqsfI/AAAAAAAAAtE/GE79RXvFgFA/s1600/Diary+of+a+Mad+Housewife.jpg" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Vi buenos libros en tu casa”, le dije hace un par de días
al Sr. A en un asado. <span lang="EN-US">Me
refería a The pale king de David Foster Wallace. </span>“Ah, sí”, dijo como al
descuido y siguió tomando de su copa de Rutini. Me interesaba particularmente
porque desde hace meses que ese libro está ahí, en mi biblioteca y yo sin poder
abrirlo. El dueño de casa se unió a la charla –estábamos los tres en la cocina–
y dijo que el Sr. A seguramente fuese un buen lector. “En realidad no leo”,
dijo, “estoy en una fase muy creativa, escribo sin parar, si leo, leo hasta a
página 160. Más o menos si llegaste hasta ahí ya tenés una idea del mundo del
libro, ¿para qué vas a seguir?” Aclaro: se trata de una charla extraña dado el
contexto: un barrio cerrado, una casa con vistas a un lago y mi grupo de amigas
de la infancia. El nombre de David Foster Wallace no suele sonar en estos pagos.
Por eso mi entusiasmo. Además, me había escapado de la charla en la mesa donde
se empezaba a hablar de una cantidad de cuestiones vistas desde una ideología
que no comparto. Que la inseguridad, Massa, Moreno. Me escapé. Y en la cocina
estaba el Sr. A que suele ser bastante divertido. Pero no había leído a Foster
Wallace. No sólo eso. Decía, aseguraba estar escribiendo a cuatro manos, sin
parar como poseído. Iba todavía más allá. “Para qué aceptar un adelanto de
Mondadori”, decía, “¿cuánto te pueden dar? ¿veinte mil pesos? Yo apunto a otra
cosa.” ¿El exterior?, me preguntaba yo, ¿otro mundo donde hacer plata con la
literatura fuese posible? ¿un universo en el que un primer libro –el Sr. A no
tiene al momento nada publicado– podría negarse a la propuesta de alguna
editorial? Nombré a Natalia Moret, por ejemplo, alguien que, pienso, podría
estar haciendo plata con su literatura. El policial vende. El sexo vende. Y
además escribe bien. Es linda. Y el Sr. A la conoce –el Sr A suele hacer
esgrima de un montón de nombres-. Pero él quería ir, todavía más allá. “Sí,
Natalia está bien”, dijo, “pero yo hablo de otra cosa.” Entonces me surgió la
pregunta: “y, ¿qué estás escribiendo? ¿se puede ver?” le pregunté. “Es ilegible”,
dijo. “Bueno”, insistí –no hay que insistir suele decirme S, no hay que
insistir pero yo, parece, no aprendo– “¿podés más o menos mostrarlo? ¿son
cuadernos? ¿es una novela?” El Sr. A reía, de vuelta de todo, con su copa de
Rutini tambaleándose entre los dedos. Y dijo algo que no puedo reproducir del
todo pero que fue tan humillante como más o menos esto: para qué le serviría a
él –el Sr. A– conocer la opinión de “una amiga de mi señora”. Ah bueno. Me
quedé pensando en esta frase. ¿No se le ocurrió pensar de qué quizás yo podía
tener una opinión que podía llegar eventualmente a serle útil? ¿No pensó que
podía ser un par? En fin. Eso no importa tanto. En lo que me quedé pensando fue
en esa página 160. La página en la que el Sr. A cierra el libro. Y ayer,
mientras la novela de Kaufman avanzaba –es decir yo avanzaba– y de pronto algo
cambiaba en el personaje, justamente en la página 160, pensé: esto es lo que
hace que algunos seamos lectores de novela y otros no. En la página 160 una
está dentro de la novela, no puede ya salir. La página 160 está viva y una no
puede abandonarla. Ojo, he dejado inconclusos infinidad de libros. Pero porque
no me gustaron. No porque piense que después de una cantidad de páginas nada
puede sorprenderme. La experiencia de lectura de una novela siempre es
diferente a la del poema –y eso que soy lectora de poemas– y a la del cuento.
Hace un tiempo, en otra reunión, un poeta me decía que él ya no leía novelas. “Yo
ya no leo novelas”, me dijo cuando le pregunté –otra vez metiéndome en las
bibliotecas ajenas– por un libro gordísimo de María Teresa Andruetto que
descansaba en una pila en el living de su casa. Paradojas del oficio: ese mismo
poeta hoy está traduciendo una obra maestra de la literatura francesa para una
editorial local. ¿Cómo lo hará si no lee novelas? </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La foto es de la versión italiana del libro de Kaufman. Me pareció una portada genial. </div>
Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-15959800467145515492013-08-07T10:11:00.002-07:002013-08-07T10:11:27.846-07:00Bajo el hechizo de Sue Kaufman<span style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial; font-size: x-small;">Tarde -hace rato que el blog ha caído en desuso- retomo estas entradas. Hoy, no tengo poemas nuevos para postear, tampoco pequeños ensayos, tal vez algunas anotaciones como esta escrita a las apuradas en el tiempo que le robo al trabajo -no al trabajo que más me gusta sino al trabajo/trabajo, ese en el que se cumple un horario, se está en un espacio preciso una cantidad determinada de horas, mi tiempo como "empleada"- , bajo el hechizo de Sue Kaufman, una norteamericana que en 1967 publicó Diary of a mad housewife libro que hoy reedita Libros del asteroide y que estoy reseñando para Ñ. E inspirada por Tina, la narrardora de la novela, de pronto, lo entendí todo. </span><br />
<div style="color: #222222; font-family: arial; font-size: small;">
Tengo treintinueve años y tres hijos de seis, tres y siete meses. Mi pequeño -aunque hermoso- departamento de 70 metros cuadrados está plagado de juguetes, cajas, ropa, libros, CDs si cajas -escucho hace años la misma música simplemente porque no sé exactamente donde están todos los otros discos que quisiera escuchar- pañales, cremas, papeles del colegio de los chicos, recordatorios; ayer fue la primera noche en siete meses en la que dormí ocho horas seguidas -quizás ese sea el impulso que me ha llevado a escribir estas líneas- y yo queriendo terminar de escribir una novela. </div>
<div style="color: #222222; font-family: arial; font-size: small;">
"La novela", así como dicen los norteamericanos, "she is writing a novel" se ha convertido en la sombra que persigo como una sonámbula desquiciada en mis pocas horas de lucidez. A diferencia de Tina, mi síntoma no pasa por el bourbon ni por las pastillas -¡ojalá tuviera el coraje de hacerlo!-, en mi caso es una somnolencia crónica que me impulsa a derrumbarme a cada paso en un sillón diferente y la novela. Ese sillón, claro, siempre está plagado de juguetes, cajas, ropa, pañales, libros, o en el peor de los casos por personas que reclaman mi atención constante, por lo cual jamás me desplomo del todo. Y la novela es un cuaderno Gloria y un pen drive que llevo en la cartera. No quiero ser injusta conmigo, también tengo un libro de poemas que está listo o casi listo. Y dos cuentos para niños que esperan todavía la respuesta de una editorial. Pero sobre todo esta la novela. Ese cuaderno Gloria escrito a mano porque sentarme en la computadora hace meses que es complicadísimo, y ese pen drive que -temo aceptar- no sé exactamente dónde está. Valga como catarsis esta entrada. Si Tina lo hizo en los sesenta; si Tina, la protagonista de la novela de Kaufman -¡sí! me identifico con los personajes de las novelas por eso amo el género!- pudo escribir lo que le pasaba, ¿por qué no yo? </div>
<div style="color: #222222; font-family: arial; font-size: small;">
Hace tiempo que lo que pienso sobre la literatura y la vida trato de incluirlo en las pequeñas reseñas que escribo en la revista del diario. Y en relación a lo que me despertó el libro de Kaufman, van estas preguntas en medio de la tormenta que se viene -aseguran en la radio que hoy llueve-: ¿qué leemos los que leemos a modo de trabajo? ¿qué se espera que leamos? Debe ser como las canciones: te llevan o no te llevan. Pero, cuándo te llevan, ¿pueden hacerlo a algún lugar que no sea siempre íntimo, personal? </div>
Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-14016107089816710672012-07-31T17:25:00.000-07:002012-07-31T17:25:08.289-07:00Para escuchar poemas...El 9 de agosto en el CCEBA (sede Florida 943) leemos poemas Julieta Lerman, Erika Martínez y yo. Más información <a href="http://www.cceba.org.ar/v3/ficha.php?id=1299">aquí</a> y algo de lo que tengo ganas de leer, de un libro inédito que va mutando de título según sea mi estado de ánimo. Ahora se llama Versiones del paraíso.<br />
<br />
<br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%;">
<b><span style="font-size: 12.0pt; line-height: 150%; mso-bidi-font-family: Calibri;">El mallín salvaje<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">Te habrás abierto un camino entre cañas<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">las manos flacas y fuertes<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">habrás visto todo más salvaje –los teros<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">las bandurrias, el humor amenazante de los patos–<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">te habrás sentado junto a un árbol<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">tus hijas atrás<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">muy atrás con los perros y él,<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">tu vida te habrá parecido perfecta <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">como el círculo que dibujan en el aire algunas
aves <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">–sostienen en su demora un rumor secreto–.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">Con un suéter sobre el piyama envejecido, me
dijiste después<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">caminaste hasta el mallín <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">y encendiste tu pequeño atado de papeles.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">Viste chispear las hebras grises y negras<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">del pasto –¿o eran libélulas que flotaban<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">en el aire ciego, resplandecían? –<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">y tu gesto fue una súplica<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">una oración pagana porque creés<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">mucho más en la benevolencia de las estaciones<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">que en la voluntad de cualquier dios<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<i><span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">esta vida,
que siga su curso</span></i><span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;"> – habrás pedido<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">y después nada: el silencio de la noche <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">ondulante como un océano<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: Calibri;">salpicado aquí y allá de espuma galáctica.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-81948242811444400362012-07-13T10:04:00.001-07:002012-07-13T10:04:30.720-07:00<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-2pGV5veXY0M/UABUjseS2wI/AAAAAAAAAqU/_BaCPK59Vbk/s1600/IMG_0932.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="http://2.bp.blogspot.com/-2pGV5veXY0M/UABUjseS2wI/AAAAAAAAAqU/_BaCPK59Vbk/s320/IMG_0932.JPG" width="320" /></a></div>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-GB-YjdCGsfg/UABUtJmqtCI/AAAAAAAAAqc/jsqIKn0pk5k/s1600/IMG_0933.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="http://4.bp.blogspot.com/-GB-YjdCGsfg/UABUtJmqtCI/AAAAAAAAAqc/jsqIKn0pk5k/s320/IMG_0933.JPG" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;">Nunca fui una chica ordenada. Jamás he sido obsesiva. Sin embargo, desde que tengo hijos ver desarmarse los brazos de algún muñeco, dar vueltas por la casa la pieza suelta de algún rompecabezas, o perderse sin remedio la rueda de algún auto me desespera. Entonces, como el lunes pasado, me pongo a ordenar. Organizo cajas donde guardo autos con autos, muñecos con muñecos, bloques con bloques. Quisiera que cada juguete estuviera en su respectiva caja, cada lápiz en su cartuchera. El trabajo aunque tedioso es reconfortante. Milagrosamente aparecen las partes sueltas; es raro que alguna pieza se pierda para siempre. Todo está. Pero mezclado. Entonces una va rearmando a Buzz Lightyear, por ejemplo. O recomponiendo la serie de animales de Pooh. O encontrando las piezas de madera del rompecabezas de animales. Como si hubiese un orden encargado de velar por los juguetes, como si este aparecer y desaparecer estuviese dentro de las reglas del juego. Todo lo contrario a lo que pasará después cuando las cosas -las partes de las cosas- empiecen a desencajarse unas de otras, empiecen a desarmarse y a perderse de vista por más de que una se esfuerce tratando de entender cómo fue que quedó en medio de tantos hilos sueltos, tantos cabos sin atar, tantos planes terminados a medias. </span></div>Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-55908015835126474812012-04-05T18:01:00.003-07:002012-04-05T18:03:53.419-07:00<a href="http://2.bp.blogspot.com/-R4P3YqiQZug/T35AxuSTpvI/AAAAAAAAAqM/lRmQdDWgem0/s1600/perro%2Brom%25C3%25A1ntico.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 319px;" src="http://2.bp.blogspot.com/-R4P3YqiQZug/T35AxuSTpvI/AAAAAAAAAqM/lRmQdDWgem0/s400/perro%2Brom%25C3%25A1ntico.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5728086999044433650" /></a><div style="text-align: center;"><span style="font-size: 100%; ">Scalabrini Ortiz y Santa Fe. Miércoles 11.30.</span></div>Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-2387099442737577633.post-55085913331082091972012-03-23T10:35:00.003-07:002012-03-26T16:52:26.935-07:00Queremos tanto a Franzen pero Chejfec es como volver a casa<div style="text-align: justify;color: rgb(34, 34, 34); font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px; background-color: rgba(255, 255, 255, 0.917969); ">Hace semanas que estoy obsesionada con Johnathan Franzen. Leí Freedom en diez días completamente fascinada por la construcción de personajes y situaciones, por lo poético del texto, por la dimensión épica. No tengo más que admiración para Franzen que logra atrapar al lector y contar una buena historia, que se embarca en una novela de más de 600 páginas y además, ¡vende! Aquí discrepamos un poco S y yo. Él sostiene que la novela no es para todo el mundo, yo digo que cualquier lector de best sellers se volvería loco con Franzen. El fanatismo que me despertó la novela hizo que cinco días después de haberla terminado y aprovechando una visita a Kel -había que comprar libros para el colegio de Lucio- S regresara con un ejemplar de The Corrections, la novela anterior. Hay quienes dicen que es muy superior a Freedom. Por ahora no coincido, pero voy por la página 280. The Corrections es mucho más irónica, tiene más humor -de todas maneras ayer llegué a una escena tremenda, conmovedora y magistralmente bien armada: la de Revenge Dinner, la Cena de la Venganza, me encanta cuando pasa eso, recién en la página 300 se arma algo súper potente. </div><div style="text-align: justify;color: rgb(34, 34, 34); font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px; background-color: rgba(255, 255, 255, 0.917969); ">Ahora bien, después de desvelrme anoche, de tener pesadillas por lo intensa de Revenge Dinner, entro hoy a una librería y me encuentro con la última novela de Sergio Chejfec:<i>La experiencia dramática</i>. Sigo a Chejfec desde hace mucho. No he leído todo porque hay cosas que no se consiguen pero lo que leí me hipnotizó por completo. Abro el libro. Y es como volver a casa. No sólo es el regreso a la propia lengua sino la cadencia, la elección de los adjetivos, la trama que se demora, la manera en la que va armando una historia y cómo el narrador cobra peso, hay un narrador que es Chejfec y que una podría identificar en cualquier texto, como se reconoce al Saer o al Borges narrador. Se trata de esos narradores que se instalan en el interior del lector casi como un alter ego y que aún después de cerrar el libro no podés evitar sentir que se han apropiado de tu conciencia, que te siguen contando el mundo. (Subís a un colectivo y dentro tuyo tenés la voz de ese narrador que te cuenta que estás subiendo a un colectivo, que alrededor tuyo sucede esto y aquello, te bajás y el narrador se baja con vos)</div><div style="text-align: left;color: rgb(34, 34, 34); font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px; background-color: rgba(255, 255, 255, 0.917969); "><span style="text-align: justify; ">Entonces me siento a leer La experiencia dramática como quien se toma un respiro, un trago de agua fresca entre tanto efecto -sí Franzen: hay mucho de efecto en The Corrections. Y algo más: iba a escribir que Chejfec nos saca de tanto "idioma extranjero" pero me quedo pensando... porque el idioma de Chejfec es un idioma extranjero en tanto todo castellano/español es extranjero puesto a operar literariamente -sea en Saer o en Cucurto. Eso es lo que hace la literatura. Ahora sí: entre todas las variantes del idioma, qué le voy a hacer, la de Chejfec es una de mis preferidas, una variante un tanto nostálgica desde el vamos, donde lo que se narra de alguna manera ya ha ocurrido y simplemente nos queda disfrutar el tamiz que filtra esa experiencia</span></div>Carolina Esseshttp://www.blogger.com/profile/17328385910808421724noreply@blogger.com1