sábado, 29 de noviembre de 2008

No quiero tener un millón de amigos

Muchas de mis amigas están en facebook. Entonces hoy, sábado, después de una noche de despedida de soltera, sigo el consejo de una de ellas y me inscribo -anoto- en Facebook. Tengo que admitir que lo que más me motivó fue la idea de que ahí, en el espacio virtual de FB, podría saber qué era de la vida de muchas personas que no veo desde hace muchos años. Estaba sola en mi casa: mi hijo con mi suegra, mi marido de viaje, el diario sobre la cama junto al último libro de Jeanmaire que empecé a leer hace unos días. Facebook me sacó exactamente dos de esas escasas cuatro o cinco que hoy paso en la placentera compañía de mi ser. Y no me gustó. Bastante tengo con el blog. Fue así: me meto en el perfil de X. Miro quiénes son los amigos de X. Me entero de que entre ellos está Y. Hago lo mismo con Y. Y así sucesivamente. Leo la cantidad de personas que tienen X e Y entre sus amigos. 76, 54. Yo, por ahora tengo 5. Y ni siquiera estoy segura de que sean amigos. Cuando acepté a cada uno me pregunté qué me estaba pasando que me daba tanta intriga meterme en la vida de gente que no veía desde hacía tantos años. Porque hay mucho de vouyerismo en mirar las fotos, leer los comentarios. No es lo mismo que sentarse en un café a charlar cuando uno se encuentra en la esquina de Pueyrredón y Santa Fé. Aquí uno mira, mira, mira todo el tiempo. También me pregunté por el contrario: para qué visitar los perfiles de las mismas chicas que hábía visto ayer en la despedida. Si hablo con ella al menos una vez cada quince días. En fin. Se ve que tengo cierto espíritu malicioso y que pienso que mi poco ingenua curiosidad es trasladable a todos los demás miembros de la comunidad FB. De cualquier manera, al menos para mí, algo huele mal en FB. Esa cadena de amigos, esa red de conocidos, pareciera replicar el mundo más cerrado amparado por cierto control del tipo: él conoce a él, entonces él forma parte de su grupo, y él y él, etc., etc., etc. Es cierto: lo mismo pasa con la literatura y con la pseudo literatura blogger. Pero al menos, para mí, la afinidad o no afinidad -es decir: ponerte o no dentro del grupo "blogs que visito"- responde a una inclinación particular: que me guste o no, que me divierta o no lo que se escribe en ese espacio. Con la amistad me pasa otra cosa. Hace un tiempo una nota sobre el tema decía irónicamente: "Yo quiero tener un millón de amigos". Me pliego: yo no quisiera, ni siquiera, tener un millón de conocidos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No sabe lo de acuerdo que estoy con usted: un millón de amigos = ningún amigo. Un millón de conocidos = "de dónde te conozco?". Mejor lo poco bueno ¿No?

Saludos

AMC

meridiana dijo...

Ahhhh, tan certero lo que decís, me inscribí en FB después de insistencias varias y la verdad... es decepcionante, entro poco y nada, no me engancho ni me dan ganas, salvo contadas excepciones, de hacer comentarios, notificaciones, escribir en muros y todas esas cosas.

volvamos a tomar un café, a reunirnos con quien nos de la gana, a compartir momentos cara a cara, sobrepasada por tanto ciberespacio.


Beso

Lilián

Anónimo dijo...

Hola, hoy siendo enero del 2012 leo este post tuyo sobre facebook y la verdad es que me siento tan identificada. A veces siento que me chupa el tiempo sin hacer nada de nada, quedándome una sensación no muy buena.
saludos
Lorena