Ensayo
Al tercer día fueron al pueblo.
Tenés que ver esto, se decían el uno al otro
los pescados brillantes bajo el sol de febrero
los collares, el mar
con sólo levantar la vista y fijarla
en el final de la calle. Todo parecía coincidir
con sus expectativas de veraneantes,
poco ingenuos quizás
demasiado habituados a interpretar lo real
como si le quitaran el corazón a una nuez.
Ella se detuvo a mirar sombreros.
Eligió uno calado con piedritas azules
alrededor de la copa.
No había espejo, así que se dejó llevar
por su intuición
y a falta de evidencia
imaginó el juego de luces y sombras
que iría a proyectarse sobre su rostro
el tiempo que durara el verano.
*
Caminaron hasta el mar.
El hombre atravesó la rompiente
miró hacia la orilla
hacia la mujer, el niño o más allá
como si buscara medir distancias.
Ella hubiese querido
tener el cuerpo de otra mujer.
Nos ocupamos demasiado del alma
pensó, pero en realidad
se refería a la mente.
Esa noche frente al espejo
imaginó en lugar del suyo
otro cuerpo.
Y también se preguntó por su interior
¿era posible, otro interior?
*
La tormenta duró toda una noche.
El niño estuvo con su padre.
La madre se cubrió la cabeza con una manta
para evitar que los vidrios
al hacerse trizas, le lastimaran la cara.
Como era de esperar, el día sólo trajo lluvia
y el proyecto de una huida apresurada.
Pero una cantidad de cuestiones prácticas
impedían la salida. Era triste pensar en eso
mientras caminaban por la orilla, debajo
de la pesadez del cielo o daban vueltas
alrededor del lobo marino muerto.
*
Los libros que leyeron esos días les dejaron
un gusto amargo, de fracaso personal
o de fracaso grupal, colectivo.
Estaban lejos de la lírica y el amor les pareció
un artificio, una postal envejecida
sobre la que no habrían sabido qué escribir,
quizás algo así como: Queridos, el lugar es hermoso
el niño crece y disfruta del agua
del aire, de la arena, el tiempo a veces acompaña.
*
Partieron cuando comenzaba marzo.
El día pautado con los dueños
que llegaron para corroborar pérdidas,
roturas.
La casa había soportado intacta el temporal.
Sólo había que limpiar un poco los pisos
repasar el baño, en fin, prepararla
para los próximos inquilinos.
El auto que iba a llevarlos hasta el puerto
se atascó entre los médanos. Las ruedas
se hundieron en un gesto
que pareció de un inmenso desahogo.
El resto del viaje transcurrió sin sobresaltos.
Salvo para el niño que hubiese querido
un poco más de agua, aire y arena.
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