Voy teniendo ganas de escribir poemas nuevamente. De a poco empiezo a imaginar la manera de hacerlo. Me propongo objetivos como este: todas las noches voy a leer un poema que me despierte a la idea de que sí hay una manera de escribir el primer verso. De que luego aparece la cadencia y de que sí se puede lograr algo decente.
Y lo haré aunque esté cansada, aunque todo, durante el día conspire para que ese momento no exista; prometo, juro que voy a leer un poema al menos todas las noches, comenzando por esta en la que iré al estante a buscar un libro cualquiera -estoy cansada de verdad- pero iré de todos modos y elegiré cualquiera, al azar. Y así, me reconociliaré con la vida diaria, el trabajo, la apatía, el desdén, el aburrimiento, el ahogo, etc., etc., etc. Luego, con el impulso que me dará ese momento de paz y energía del poema en la noche cerraré uno a uno mis pendientes más materiales: la cuenta del Banco que ya no uso y sólo me genera gastos, pagaré la cuenta del teléfono o al menos abriré el sobre para ver de cuánto es la factura y cuándo vence, pediré turno en el dentista, vacunaré a Mateo -esto quizás antes de todo el resto- y pondré en la cocina una especie de pizarrón donde iré anotando semana a semana el menú familiar. Y mi vida se pondrá en movimiento y dejará de una vez y para siempre de estar sometida a la inercia de la no-escritura. Amén.
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