Será un síntoma del estado actual de la novela esto de hacer explícto que se escribe desde la propia experiencia? Hacerlo, y no tenerle miedo a la primera persona...¿Habrá sido alguna vez, la novela, más que esto? Quizás la tercera persona del realismo decimonónico fue la excepción, y no la regla.
Tenía 12 años cuando una profesora me dijo que mejor escribir sobre situaciones conocidas. Sobre lo que había vivido. Me acuerdo porque yo había escrito como cinco hojas y estaba orgullosa de la extensión del trabajo. (Sí, sólo la extensión me llenaba de orgullo, pero es también válido... sostener la escritura en el tiempo). Era un relato de ciencia ficción. Me quedé helada cuando escuché el veredicto. El trabajo no servía. Había que buscar otra historia. Nunca creí que la profesora tuviera razón y aunque esas cinco hojas pasaron a ser un par de párrafos sobre algún tema más cercano, tengo todavía el recuerdo del placer de las primeras, las que escribí en ese primer impulso, ignorando el llamado de la pluma a transmitir sólo la experiencia. Pero, pensando en la construcción de muchas novelas (buenas) uno encuentra un trabajo similar al del actor que utiliza su memoria emotiva. ¿A eso se refería la profesora? ¿Tenía razón, entonces? Son preguntas básicas, ya sé. Pero últimamente creo que la literatura está construida desde un lugar básico. Esta claro, algunos nacen narradores, otros se hacen y otros pasan la vida pensando que podrían escribir una novela con sus vivencias. También están los narradores de laboratorio, los que hicieron estallar la forma, el tiempo, etc., pero, hoy, son los que menos me interesan.
Ya terminé con Sánchez, o ella terminó conmigo. Lo que más me gustó: la primera descripción, la de la alameda. Y la historia de Elena. Lo que menos: el largo discurrir sobre la caída del campo. Sigo con Ciencias Morales y después, Guebel. En algún momento colgaré un fragmento de mi narración. A ver qué pasa.