martes, 2 de marzo de 2010

Silvio Mattoni

Ayer, en la Casa de la Lectura, Irene Gruss nos preguntaba: ¿qué lecturas te conmueven, a cuáles volvés? E insistía: ¿pero qué poema de Pavese? ¿qué autor del siglo de oro? La pregunta es tan puntual como la fibra que ese poema, esa palabra debería mover. Yo dije Pavese y Anne Sexton. Debería haber dicho: Lavorare Stanca, de Pavese, "The Fortress", de Anne Sexton. Por ahí da miedo que a lo largo de años, uno tenga en la cabeza sólo un par de palabras, el eco de algunos versos, no más.
Le sumo otro libro: Poemas sentimentales de Silvio Mattoni. Y aquí va un poema, no de ese libro, pero de otro de Mattoni, que continúa en la línea de los sentimentales. Ahora que lo pienso, y que lo transcribo, me saco el sombrero, porque no cualquiera escribe algo tan bello sobre lo terrible de la enfermedad de un hijo.


Heroísmo


Leí que el heroísmo es una opción
sólo para quien lucha en desventaja.
¿Será por eso que en algún momento
decisivo, quisiéramos mirar
hacia atrás, hacía la altura de una muralla
de donde nos rogaron no salir?
Sabemos que no hay nadie, y además
¿como ver el peligro que se arroja
enfrente de nosotros? Aquel día,
con pocas horas de sueño en la mañana infame
de la clínica pulcra, había pasado
una semana de crueldades infundadas
sobre tu cuerpo de dos meses, iban
a hacerte una pequeña operación
con anestesia e impunemente usaban
la lengua griega; una biopsia hepática.
Aterrado, impertérrito, yo había
mantenido mi apático optimismo:
las desgracias son raras y a mí
no me hacen falta. Bastantes temas
hay ya en haber nacido, en los niños,
la vejez y la muerte. Pero caminé
repitiendo canciones que el azar
ponía en mi cabeza, y en la barra
del café hospitalario, justo antes
de que entraras, Galileo, dormido
al quirófano, sentí que me llegaba
el llanto. "¡Andrómaca! -me dije-
no me dejés salir a la llanura."
Y pensé en Baudelaire, el pusilánime,
que nunca tuvo hijos. Aunque enseguida
corrí a esperarte y enfrenté la tortura
porque si había un héroe en este mundo
ése eras vos, en plena desventaja,
sin palabras, luchando con bracitos
minúsculos contra la invasión médica.
Ahora creciste, ganaste peso, sonreís
a cada rato. Cada mañana pido a
al vacío que combina esto que haya
una pequeña Troya de cien años
para que vivas hasta ser un viejito
sabio y desmemoriado. No escuchemos
el murmullo lejano de los griegos.
No existen, y sí, nosotros nos movemos.

Silvio Mattoni. de Héroes, colección GAMA, Ediciones CILC
para darle fuerza a Joaquín.

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