jueves, 27 de mayo de 2010

4 colectivos, 2, subtes, 1 taxi y Kawabata

No suelo moverme demasiado. Estoy mucho en mi casa, de mi casa voy a la Casa de la Lectura -donde trabajo- en el 92 y de ahí de vuelta a casa. Casi no voy al microcentro. A la mañana, en general, me quedo, o si salgo paseo con el cochecito, cocino, cosas así. Por ejemplo, desde ayer el libro de Williams está apoyado sobre un estante en la cocina. Y me doy cuenta, en días como el de hoy que, como la tortuga, cada vez estoy más metida para adentro.
Hoy fue un día inusual: tuve que ir dos veces a Constitución -a la mañana y a la tarde-, una al Hospital Rawson, otra por trabajo -pero, ¡viva! pude ver la maqueta de uno de los libros infantiles que se van a publicar este año- en el medio fui a buscar a L al jardín, tuve otra reunión en Palermo y pasé por Clarín. Pero, estar en viajes tiene su parte buena y hoy, por ejemplo, leí casi entero -pienso terminarlo en un rato- País de nieve, de Kawabata. Hacía meses y meses que casi no leía. Ni hablar de una novela. Esta es preciosa. Hoy antes de salir de casa, la saqué de la biblioteca. Qué bueno es eso, cuando acertás con el libro que te llevás para atravesar con cierta felicidad un periplo como el que tenía hoy yo. Porque estuve a punto de agarrar el de Alice Munro, por ejemplo, que me dicen es genial, o el de Clarice Lispector que leo lentamente. Seguramente buenas elecciones, pero no como esta: súper, la mejor, la que tenía que ser.
A ver: los diálogos, la manera en la que el autor hace atravesar lo más terrenal, por así decirlo, en medio de un paisaje sublime, donde todo es un juego de luces y sombras, un paisaje nevado que se deja atravesar por el paso lento de un tren -como si toda la novela fuese vista por el protagonista desde la ventanilla del tren, sobreimpresa en eso de atemporal que tienen las montañas, ese tiempo no humano o diríamos ese no-tiempo- y de repente, corta una escena con la protagonista moviendo su kimono para ahuyentar mosquitos. Digo, hay una maestría en no dejar que la escena se suelte demasiado, en traerla de nuevo a lo más vital, lo de todos los días, que es sorprendente.
Todavía tengo que terminarla, pero algo me dice que no tendré mucho tiempo durante el fin de semana como para sentarme a escribir, así que no quería dejar pasar mi alegría de hoy -por haber leído, por haber acertado en el libro.

2 comentarios:

Paula Aramburu dijo...

caro,
hermoso este texto, increíble kawabata -uno de mis autores favoritos-y bellísimo tu libro "temporada de invierno", que al fin pude conseguir en "eterna cadencia" este fin de semana largo.
subí cuatro de tus poemas a mi blog, espero que no te moleste: lasvocesdesietras.blogspot.com.
te mando un fuerte abrazo.

Carolina Esses dijo...

Gracias Pau por subir poemas de Temporada a tu blog, gracias! Y Kawabata sí, mi vieja, que es quien me prestó este prometió traerme otro mañana. Besos