sábado, 31 de julio de 2010
Temporada de invierno en el diario El litoral de Santa Fe
Aquí el link a una reseña que escribió Cecilia Romana para El litoral de Santa Fe y que titularon "El tiempo elástico" en alusión a uno de los versos del libro. Gracias Romana!
domingo, 25 de julio de 2010
Gogol, Buzz Lightyear y las vacaciones
No es literario este post; aunque un poco sí. Porque la obra de teatro a la que llevé hoy a L es sobre el cuento de Gogol, La nariz. Y también porque la vida es literaria. Pero, además de recomendar fervientemente que lleven a sus niños a ver La Nariz, hace varios días que pienso en esto de las "vacaciones de invierno" y era lo que quería escirbir hoy. No voy a lamentarme de las corridas -como todos los padres voy de acá para allá e intento arreglar cuestiones imposibles en el trabajo que me liberen unas horas para estar con L, sobre todo. De lo que se trata, con un optimismo insólito en mí, es en compartir esto de los vacaciones de invierno. No las vacaciones de invierno enlatadas. Sino las otras, las que hacen que L, por ejemplo, me diga: "Hoy son las vacaciones de invierno." Claro, qué le importa el plural. Qué le importa que sean 15 días. Son hoy, y eso es lo importante,
Aunque uno esté con mucho trabajo y muy poca plata es altamente recomendable la sensación de, cuando pasas a buscar a tu hijo a las corridas, con el mismo taxi que te fue a buscar al trabajo para no pagar una segunda "bajada de bandera", o cuando lo vestís rápido para ir a tomar el 92 y llevarlo un rato a "la oficina", estar de vacaciones. Y de vacaciones de invierno. Que, para mí, de chica, era sinónimo de una ciudad distinta, llena de teatros, cines, mirar tele hasta tarde, ir a la plaza, en fin; recuperar esa vivencia de la ciudad. Quizás tiene que ver con que hace días que fantaseo con la idea de ser turista en Buenos Aires. Pienso que tendría que haber nacido millonaria para que mi diaria sea ir de café en café, leyendo un libro, tomando notas. Ni siquiera pensando en los proyectos de escritura pendiente, sino en ser turista. Y, con L, puedo serlo por un rato. M todavía es chiquito y para él el mundo por descubrir es el de los juguetes del hermano. Escribo esto y escucho cual música de fondo: "Yo soy tu amigo fiel", la canción de Toy Story. La 1, la que L mirá y mirá sin parar y nos persigue como una sombra día tras días de las vacaciones.
Y bueno, buscando qué hacer llegué a La Nariz, en el Teatro El Cubo. Preciosa. La nariz paseándose cual princesa rusa en carroza por una Buenos Aires nevada. La nariz charlando con un guapísimo elefante en el Zoológico de Las Heras y República de la India. Digo: el trabajo de adaptación del cuento es muy, muy bueno. Juegan a favor las imágenes que se proyectan en la pantalla gigante: esto de la ciudad porteña nevada. Juegan a mi favor si se quiere: la nieve me lleva a lugares precisos del recuerdo. Así que dos recomendaciones: metánse de lleno en el universo "vacaciones" y vayan a ver La Nariz. Y una más: comprendan a Buzz Lightyear cuando en Toy Story 1 mira la pantalla de la tele, ve la publicidad que promociona el juguete que es él y se desmoraliza. Él no es un agente espacial (uy! no recuerdo ahora exactamente el nombre que se da a sí mismo) sino un juguete no volador. Hoy, creo entendí la película. Es el descubrimiento de Buzz de quién realmente es. Mi hijo la entendió de entrada y por eso pide desde que la vió un Buzz que pueda volar. Por eso mira la tele y me dice: "Decile mamá que sí puede volar". A lo que yo respondo: "No, L, no puede, ese es el problema". Y L me responde: "yo voy a hacer un Buzz que vuele". Hoy le encontró una posibilidad: un motor unido a un engranaje. Y va a volar, dice.
martes, 13 de julio de 2010
Oración en esta noche fría
Voy teniendo ganas de escribir poemas nuevamente. De a poco empiezo a imaginar la manera de hacerlo. Me propongo objetivos como este: todas las noches voy a leer un poema que me despierte a la idea de que sí hay una manera de escribir el primer verso. De que luego aparece la cadencia y de que sí se puede lograr algo decente.
Y lo haré aunque esté cansada, aunque todo, durante el día conspire para que ese momento no exista; prometo, juro que voy a leer un poema al menos todas las noches, comenzando por esta en la que iré al estante a buscar un libro cualquiera -estoy cansada de verdad- pero iré de todos modos y elegiré cualquiera, al azar. Y así, me reconociliaré con la vida diaria, el trabajo, la apatía, el desdén, el aburrimiento, el ahogo, etc., etc., etc. Luego, con el impulso que me dará ese momento de paz y energía del poema en la noche cerraré uno a uno mis pendientes más materiales: la cuenta del Banco que ya no uso y sólo me genera gastos, pagaré la cuenta del teléfono o al menos abriré el sobre para ver de cuánto es la factura y cuándo vence, pediré turno en el dentista, vacunaré a Mateo -esto quizás antes de todo el resto- y pondré en la cocina una especie de pizarrón donde iré anotando semana a semana el menú familiar. Y mi vida se pondrá en movimiento y dejará de una vez y para siempre de estar sometida a la inercia de la no-escritura. Amén.
Y lo haré aunque esté cansada, aunque todo, durante el día conspire para que ese momento no exista; prometo, juro que voy a leer un poema al menos todas las noches, comenzando por esta en la que iré al estante a buscar un libro cualquiera -estoy cansada de verdad- pero iré de todos modos y elegiré cualquiera, al azar. Y así, me reconociliaré con la vida diaria, el trabajo, la apatía, el desdén, el aburrimiento, el ahogo, etc., etc., etc. Luego, con el impulso que me dará ese momento de paz y energía del poema en la noche cerraré uno a uno mis pendientes más materiales: la cuenta del Banco que ya no uso y sólo me genera gastos, pagaré la cuenta del teléfono o al menos abriré el sobre para ver de cuánto es la factura y cuándo vence, pediré turno en el dentista, vacunaré a Mateo -esto quizás antes de todo el resto- y pondré en la cocina una especie de pizarrón donde iré anotando semana a semana el menú familiar. Y mi vida se pondrá en movimiento y dejará de una vez y para siempre de estar sometida a la inercia de la no-escritura. Amén.
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