lunes, 25 de julio de 2011



Las vacaciones de invierno tienen esto: volvés a la sensación de que el año se divide en dos, que hay un antes y un después de julio y, aunque vas y venís con los niños a todos lados te sentís un poco, apenas quizás, también, de vacaciones. Pintar en casa, armar rompecabezas, dejar que se queden despiertos hasta tarde, ir al teatro: relajarte. Y, por ejemplo, volver a escribir poemas. Como si estuvieras de cara al mar o a la montaña, el ocio, aunque no vaya a durar más de un par de días, me permite, por ejemplo esto: dejarme llevar e inaugurar el cuadernito con floripondios en la tapa que reservaba vaya a saber para qué. Así estamos: en un período de inusitado optimismo donde todo, incluido escribir sin más, por qué sí, lo que se me da la gana, parece posible.

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