jueves, 21 de agosto de 2008

Supimos hacer de la orilla una casa
a la altura de las circunstancias
pensamos: nada puede llevarnos de vuelta
estamos a salvo
y nos dimos a la tarea de construir una familia.
Nuestros hijos crecerían entre juncos
les lavaríamos el barro de las piernas
cuando atravesaran descalzos la laguna.
El frío, como un pájaro de mal agüero
habría quedado atrás, olvidado
en una bolsa de plástico negra
a los tumbos por la montaña.
Cuento los días que faltan para la primavera.
Pero algo me dice que no vendrán tiempos mejores.
Acuno, doy el pecho –mi parte más preciada
enseño a balbucear primeras palabras;
endurecida la mandíbula
los ojos fijos en una imagen que se yergue
detrás de mí, o sobre mí
o sobre todos
mi hijo se despereza.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

y si renuncias a todo y te vas sola al fin del mundo?

que es lo que merece la pena?

Carolina Esses dijo...

Marae, lo que me merece la pena debe ser diferente para cada cual, no? En todo caso, lo que haría yo no tiene mucho que ver con la primera persona del poema que es una ficción,
saludos!

Anónimo dijo...

Caro
La emoción que me causó este poema es sólo comparable a la sonrisa genuina de Lucio mirando los títeres
Los quiero

Carolina Esses dijo...

Lu, gracias por el comentario pero mucho más por la función de títeres. Lucio ya duerme.... besos