Ya no soy objetiva cuando se trata de Aira. Lo admito y tendré que vivir con esa limitación de mi conciencia crítica. Hoy, sin ir más lejos, iba en el 92 leyendo Fragmentos de un diario en los Alpes, (no me pregunten si es bueno, malo o más o menos, ya lo dije: no lo sé, sólo sé que me hace feliz abrirlo y empezar a escuchar el tono Aira, que cuando lo compré solo pensaba: quiero leer una novelita de Aira y que a medida que avanzo en la lectura pienso: que se demore un poco más, no quiero terminarlo todavía), cuando me asaltó la urgencia de llegar a casa y reunir uno a uno todos los libros de Aira que tengo. Quizás para cualquier biblioteca organizada esto suene a una obviedad -¿cómo tener los libros de un mismo autor dispersos?- pero para mí es toda una tarea y una alegría. Al instante ese pensamiento fue opacado por otro. Pensé: en unos años alguien se encargará de recopilar toda la obra de Aira. ¿Será posible habiendo publicado en tantas editoriales diferentes? Debería ser un esfuerzo increíble, casas editoriales acostumbradas a competir por lanzamientos y novedades unidas en virtud de un objetivo mayor….. Se me dirá que la dispersión es la condición de la obra de Aira. Si, ya lo sé, pero... ¿ven?, esto es lo que me pasa con él: me dejo llevar. Ya estaría llegando a Guardiavieja cuando pude imaginar en detalle el volumen de sus obras completas. Me vi pasando de relato en relato, inmersa en el gozo de esas novelitas, aquí La costurera y el viento, aquí El tilo, aquí La liebre o Ema la cautiva….se me hizo agua la boca. Ahí fue cuando me di cuenta de que estaba perdiendo el foco. Porque, por ejemplo, apenas imaginé las obras completas de Aira, yo -que soy la anti lectora de obras completas, que odio esos libros inmensos donde parecen borrarse las marcas del tiempo que afean o embellecen los otros, los pequeños libritos que uno acumula año a año- ya no pensé en la descripción de esa casa en los Alpes en la que estaba sumido el narrador Aira sino que fui al final del libro de Beatriz Viterbo y me regocijé frente a la lista de “títulos del autor” que todavía no leí. Consideré que, en todo caso, lo importante iba a ser tener la mayor cantidad de “libritos” posibles como para poder hacerle frente a esas Obras completas. En fin. Será que nos une la dispersión, la multiplicación errática. Hoy, a cuatro días de haber escrito las primeras veinte líneas de esta entrada, el libro descansa, inconcluso en mi cartera. Yo sigo pensando en tal o cual frase particularmente brillante –la descripción de unos osos en un almanaque, por ejemplo- y me prometo transcribirla en la próxima entrada. Aunque no podría asgurar que, de verdad, vaya a hacerlo.
Nota: Se acaba de editar una traducción nueva –o revisada- de Las alas de la paloma. Se los recomiendo. Por favor. Alternen la lectura de Aira con la de James.
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