miércoles, 14 de enero de 2009
lunes, 12 de enero de 2009
Concierto - versión 2
Concierto
Cada vez que los músicos terminaban un movimiento
mi padre aplaudía como si se tratase del final de la obra.
Nuestras manos –las de mi padre y las mías
generaban un ruido seco, arrítmico
fuera de lugar.
Te falta personalidad, me dice y sonríe.
Nací en Lavalle y Pueyrredón a pocas cuadras
del negocio que él compartía con uno de sus ocho hermanos.
No éramos propietarios, ni mi padre
ni mi madre ni yo.
Para comprar prefirieron otro barrio.
Lejos de Once.
En ese salto se elevaron mi madre y mi hermano.
Mi padre y yo quedamos suspendidos a medio camino
sin entender exactamente qué era lo que abandonábamos
o de qué podía tratarse el porvenir.
Cada vez que los músicos terminaban un movimiento
mi padre aplaudía como si se tratase del final de la obra.
Nuestras manos –las de mi padre y las mías
generaban un ruido seco, arrítmico
fuera de lugar.
Te falta personalidad, me dice y sonríe.
Nací en Lavalle y Pueyrredón a pocas cuadras
del negocio que él compartía con uno de sus ocho hermanos.
No éramos propietarios, ni mi padre
ni mi madre ni yo.
Para comprar prefirieron otro barrio.
Lejos de Once.
En ese salto se elevaron mi madre y mi hermano.
Mi padre y yo quedamos suspendidos a medio camino
sin entender exactamente qué era lo que abandonábamos
o de qué podía tratarse el porvenir.
domingo, 11 de enero de 2009
Dos poemas
Del libro en preparación.
Concierto
Cada vez que los músicos terminaban un movimiento
mi padre aplaudía como si se tratase del final de la obra.
Nuestras manos –las de mi padre y las mías
generaban un ruido seco, arrítmico
fuera de lugar.
Papá sonríe. Te falta personalidad, dice.
Nací en Lavalle y Pueyrredón a pocas cuadras
del negocio que papá compartía con uno de sus ocho hermanos.
Pleno barrio del Once.
No éramos propietarios, ni mi padre
ni mi madre, ni yo.
Para comprar se inclinaron por Barrio Norte
o Recoleta, según fuese quien preguntara.
En ese salto se elevaron mi madre y mi hermano.
Mi padre y yo quedamos suspendidos
a medio camino
sin entender exactamente qué era lo que abandonábamos
o de qué podía tratarse el porvenir.
Cartas
No se puede escapar a la conciencia de clase.
Laura y yo lo sabíamos. Por eso nos atrincherábamos
contra todas las demás. Éramos de alguna manera, iguales.
O casi iguales. O las menos diferentes entre sí.
Aunque vivíamos a pocas cuadras
una vez decidimos escribirnos cartas.
Había que mandarlas por correo.
La de Laura me llegó en un papel biblia
tres hojas escritas con tinta azul.
Al final explicaba por qué era la primera y la última
por qué no iba a resultar.
Al poco tiempo, como era de esperar
Laura se hizo de un nuevo grupo de amigas.
Concierto
Cada vez que los músicos terminaban un movimiento
mi padre aplaudía como si se tratase del final de la obra.
Nuestras manos –las de mi padre y las mías
generaban un ruido seco, arrítmico
fuera de lugar.
Papá sonríe. Te falta personalidad, dice.
Nací en Lavalle y Pueyrredón a pocas cuadras
del negocio que papá compartía con uno de sus ocho hermanos.
Pleno barrio del Once.
No éramos propietarios, ni mi padre
ni mi madre, ni yo.
Para comprar se inclinaron por Barrio Norte
o Recoleta, según fuese quien preguntara.
En ese salto se elevaron mi madre y mi hermano.
Mi padre y yo quedamos suspendidos
a medio camino
sin entender exactamente qué era lo que abandonábamos
o de qué podía tratarse el porvenir.
Cartas
No se puede escapar a la conciencia de clase.
Laura y yo lo sabíamos. Por eso nos atrincherábamos
contra todas las demás. Éramos de alguna manera, iguales.
O casi iguales. O las menos diferentes entre sí.
Aunque vivíamos a pocas cuadras
una vez decidimos escribirnos cartas.
Había que mandarlas por correo.
La de Laura me llegó en un papel biblia
tres hojas escritas con tinta azul.
Al final explicaba por qué era la primera y la última
por qué no iba a resultar.
Al poco tiempo, como era de esperar
Laura se hizo de un nuevo grupo de amigas.
Yo amo a Henry James
Sí, estamos de vacaciones.
Y el primer síntoma que me hizo saber que me estaba desenchufando fue leer con placer. Sumergirme en la trama. No trasladar la lectura a mis propios proyectos de escritura. No leer con envidia -sí, a veces me pasa: me sincero al menos. Sentarme en el sillón del living con aire acondicionado y leer. O irme al bar de la esquina de casa sin culpa por dejarlo todo -al menos esa es la ilusión- y leer.
En Diciembre leí El molino de Mariana Docampo. Una amiga y buenísima narradora y poeta. Lo leí en tres días. Después: 76 de Bruzzone. Me encantó. Y los poemas de William Carlos Williams. La primera etapa, un tomo gruesísimo que me trajo S de San Pablo.
Ahora, la frutilla de la torta porque no hay con qué darle. Parece Dios o Maradona o Proust. Todo empieza y termina con él: James. Es lo mejor que leí, creo, en años: The Beast in the Jungle. Es cierto que soy de entusiasmos fuertes. (Ves la vida de manera demasiado dramática, me dijeron por enésima vez, hace poco). Pero en este caso, leer las primeras páginas es como una celebración de la lengua. Algo escribiré más adelante. Hoy en la cocina, charlábamos con S y le decía: es como si a James no le costara todo ese rodeo narrativo, como si el tipo se hubiese sentado en su escritorio y con una facilidad infinita hubiese empezado a contar la historia de los dos protagonistas. Digo: lo opuesto a querer "narrar" de manera original, o a la francesa (Saer, que me encanta, pero sí Saer o Pauls)... es decir: esa manera de narrar abarcando pasado, presente y futuro de las primeras páginas del cuento parecieran nacerle naturalmente al idioma. Ahí está: no se lo fuerza, emana, como si el inglés siempre hubiese sido usado de esa manera. Por otro lado -o en simultáneo- la trama existe, está y es igual de imporrtante. Y los personajes.
Bueno, me llevo a la playa: The Wings of the Dove (James), Las Cosas (Perec) -gracias a mi amiga Lu- y una de Mario Levrero que no es la luminosa pero a la que le tengo fe. Todavía me falta ir a Norte y elegir un par de libros de poesía.
Una pregunta final: todos los escritores/lectores/personajes de la cultura que dicen que van a leer la biografía de O.Lamborghini.... ¿pagaron los 220 pesos o se las mandó la editorial? ¿¿¿¿¿No es un poco mucho?????Una prueba más del snobismo reinante.
Y el primer síntoma que me hizo saber que me estaba desenchufando fue leer con placer. Sumergirme en la trama. No trasladar la lectura a mis propios proyectos de escritura. No leer con envidia -sí, a veces me pasa: me sincero al menos. Sentarme en el sillón del living con aire acondicionado y leer. O irme al bar de la esquina de casa sin culpa por dejarlo todo -al menos esa es la ilusión- y leer.
En Diciembre leí El molino de Mariana Docampo. Una amiga y buenísima narradora y poeta. Lo leí en tres días. Después: 76 de Bruzzone. Me encantó. Y los poemas de William Carlos Williams. La primera etapa, un tomo gruesísimo que me trajo S de San Pablo.
Ahora, la frutilla de la torta porque no hay con qué darle. Parece Dios o Maradona o Proust. Todo empieza y termina con él: James. Es lo mejor que leí, creo, en años: The Beast in the Jungle. Es cierto que soy de entusiasmos fuertes. (Ves la vida de manera demasiado dramática, me dijeron por enésima vez, hace poco). Pero en este caso, leer las primeras páginas es como una celebración de la lengua. Algo escribiré más adelante. Hoy en la cocina, charlábamos con S y le decía: es como si a James no le costara todo ese rodeo narrativo, como si el tipo se hubiese sentado en su escritorio y con una facilidad infinita hubiese empezado a contar la historia de los dos protagonistas. Digo: lo opuesto a querer "narrar" de manera original, o a la francesa (Saer, que me encanta, pero sí Saer o Pauls)... es decir: esa manera de narrar abarcando pasado, presente y futuro de las primeras páginas del cuento parecieran nacerle naturalmente al idioma. Ahí está: no se lo fuerza, emana, como si el inglés siempre hubiese sido usado de esa manera. Por otro lado -o en simultáneo- la trama existe, está y es igual de imporrtante. Y los personajes.
Bueno, me llevo a la playa: The Wings of the Dove (James), Las Cosas (Perec) -gracias a mi amiga Lu- y una de Mario Levrero que no es la luminosa pero a la que le tengo fe. Todavía me falta ir a Norte y elegir un par de libros de poesía.
Una pregunta final: todos los escritores/lectores/personajes de la cultura que dicen que van a leer la biografía de O.Lamborghini.... ¿pagaron los 220 pesos o se las mandó la editorial? ¿¿¿¿¿No es un poco mucho?????Una prueba más del snobismo reinante.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)