viernes, 31 de agosto de 2007

Home Sweet Home

Sin banda ancha, con un teléfono al que casi nadie llama, con las manos cual si hubiera trabajado a la intemperie y esa sensación de los nueve o diez años cuando me quedaba a dormir en lo de una de las chicas más cancheras del grado y estaba feliz de estar ahí -ocupando ése espacio deseado por tantas otras- pero a la vez extrañaba el universo previsible de mi casa, mi tele, mi cama, mi plato de fideos con manteca y queso...
estoy ocupándome de mi nuevo hogar.

martes, 28 de agosto de 2007

Paciencia


Todo se acumula en canastos apilados uno arriba del otro:

cartas, fotos, cubiertos, juguetes, revistas, almohadones, toallas, copas, platos, ropa, botas, zapatillas, cuadros, cinta de embalar (¿no debería estar afuera de los canastos?), lámparas, sábanas, toallas, costurero, libros propios ajenos, frascos, shampú, cacerolas, tijeras, almohadas.

Cosas sueltas que van sin rumbo de habitación en habitación:

una media de Lucio, un librito, 2 libros prestados, 1 factura vencida de ABL, 4 porta velas que quiero lavar antes de guardar (lo escribo y sé que es imposible que lo haga), un salero de cerámica, la carpeta con los poemas para el libro, un florero, un títere de dedo, la máquina de fotos, dos manuales de escuela, un cuaderno con anotaciones de trabajo, un paraguas ¿?, diarios viejos, un enchufe, una estampita, aceite para puertas.

Definitivamente perdido:

al momento (21 hrs del martes) una mamadera de Lucio.

Roto y sin arreglo:

una copa de agua

Estoy un poco perdida, por eso el dibujo de Isol. Intenté varias fotos que mostraran los 30 canastos en el mínimo espacio del living pero la imagen era un poco triste, como de objetos aislados de su vida diaria. Se ve que, aunque siempre me atrajo el ir y venir de los gitanos, soy en esencia sedentaria. Prometo en próximas entradas más literatura y menos diario íntimo; pero paciencia... por unos días parte de mi mente estará guardada en alguno de estos canastos.

sábado, 25 de agosto de 2007

My own private symptom


Difícil olvidar esta película. Imposible olvidar a River Phoenix desmayado de sueño en medio de una ruta provincial de Portland. Keanu Reeves lo levantaba como si levantara un saco de plumas. Un hotel, la calle, cualquier lugar podía ser escenario del ataque de narcolpesia que lo sumergía en un profundo sueño. Aquí lo vemos caminar paralelo a la linea que divide un lado de la ruta del otro. Ir de volver.
A veces yo también dormiría en cualquier parte. Una sala de espera, el colectivo, un auto en el mejor de los casos. Un restaurante, el sillón en casa de una amiga, los peldaños de una escalera. El deseo de dormir puede ser imposible de manejar. Y uno intenta estar en el presente de la situación que está viviendo y sin embargo se desplomaría ahí sobre la alfombra tibia del living o las maderas lustradas de un bar. Que me despierten en un rato, pienso.
Hoy por ejemplo me hubiese dormido en una de las sillas de Pinturerías Rex. Estábamos buscando una maderita que tapara un pequeño aire que queda entre el placard y el techo. Alrededor nuestro la gente daba vueltas, elegía colores para sus paredes, se movía despierta y enérgica, como corresponde a un sábado a las dos de la tarde. Yo me moví un rato a medias entre el sueño y la vigilia y después me desperté con el café de la sobremesa.

viernes, 24 de agosto de 2007

Mudanza


En mi casa de 55 metros cuadrados tengo 25 canastos como estos.
Empezó la mudanza.

miércoles, 22 de agosto de 2007

El bueno de Simon Armitage




"And I was travelling lightly, barefoot/ over bedrock, then through lands that where stitched/ with breadplant and camomile..."
Así empieza el primer poema de The Dead Sea Poems, un libro de Simon Armitage. Lo compré hace años cuando trabajaba en una empresa multinacional que me mandaba de vez en cuando a USA por dos o tres días. Siempre intentaba robarle unas horas al trabajo -que era agotador- y me internaba en Barnes&Noble a comprar libros que después me costaba un perú pagar cuando llegaba el resúmen de la tarjeta, pero que en fin, son el resto de aquellos días de secretaria en el uno a uno. Sólo conozco estos poemas de Armitage y las veces que pude encargar un libro a algún viajero generoso nunca pedí otro de él. Me gusta la idea de haberlo "descubierto" en el anaquel de una librería de Boston cuando recién abandonaba Arquitectura para anotarme en Letras y no tenía idea de quién era quién. Eso era bueno, pienso. Hoy, en un blog vecino encuentro unos versos del mismo libro. No tengo idea de quién es Charlotte pero me alegra la coincidencia. En estos días, antes de que empiece la mudanza, podría intentar una traducción al menos del primer poema. Mientras tanto, el bueno de Armitage tiene una página web que se puede visitar.

martes, 21 de agosto de 2007

Huracán




con Saer con Gusmán con Bowles con Mairal con Morrison con Muñoz con Sor Juana con Aira con Piglia con Magnus con Eagleton con Perec con Puig con Castillo con Fogwill: Lucio arrasa con todo.

lunes, 20 de agosto de 2007

El amor (fragmento)


Mariana Docampo me mandó el texto completo ayer al mediodía. No pude parar de leerlo. Un relato increíble llamado El amor. Transcurre entre Buenos Aires y Estocolmo. Aquí un fragmento.


Es el amor. Llegó con la violencia de un ramo de rositas. Todas enmarañadas en un plástico. Y ella estaba vestida de negro. Inmensa. Hermosa. La vi delante de la ventana. Justo entre los postigos. Toda la luz se frenaba en su cuerpo. La claridad la envolvía. Pero ella era compacta. Cerrada. Blanca. Pero negra. Y el pelo caía a los costados del cuello. Fino. Poco. Hasta las clavículas. Tenía las manos grandes. Las piernas anchas. Y me contó, en un idioma extraño, que en Suecia caminaba por un bosque cada tarde. Que le gustaba perderse en ese bosque antes de ir a trabajar. Me habló sobre el hospital. Y sobre la herida de su hermana mayor en el estómago. Me habló con detalles de la herida. Describió las suturas. La salida del pus. El lento enroscarse de los nervios. La detención de la sangre. Los coágulos. El dolor. Y después se inclinó hacia atrás. Se colocó la hebillita en la boca y se la apretó en el pelo. Me sonrió y me miró un instante. Yo me puse sobre mis rodillas, en la cama, y me acerqué a ella estirando el torso. Quise besarla en el cuello, abrir su ropa para introducir mi mano. Y ella se reía, me quitaba los brazos. Después me miraba con dulzura; y yo me hice a un lado. Todo aquel cuerpo inmenso era el amor. Yo la quería.

En Buenos Aires fuimos a comer una noche. Ella me invitó, yo elegí un lugar. Estaba oscuro. Había velas encendidas en las mesas, música baja. Ella se incomodó. Me preguntó por qué había velas. Miré hacia un costado. No contesté. Los bordes estaban en penumbras. Se sentó en una mesa y se acercó el menú a los ojos. Me dijo que era caro. Yo pedí muy poco. Ella pidió vino y se puso a beber. Después nos trajeron la comida. Medio plato cada una. Ella hablaba de sus pacientes del hospital, en Estocolmo. Las inyecciones. La presión. Yo la escuchaba. Le miraba las manos. El mantel bordado debajo de sus dedos. Las puntillas. Tenía puesta una blusita blanca cerrada hasta el cuello. Los botones muy juntos uno del otro. El pelo atado hacia arriba. Rígido. Me hablaba de un artículo que había escrito para una médica en el hospital. Y me habló de su familia, de su padre portugués. Me dijo que había sido navegante. Y que desembarcó en Suecia hacía más de cincuenta años. Allí conoció a la madre. Se casaron, tuvieron hijos. Ella nació segunda. Una vez, de chica, visitó el hielo. Viajaron a Laponia de vacaciones. Recorrieron los condados de Norrbotten y Västerbotten. Ciudades lejanas. Umea. Östersund. Yo escuchaba sus palabras. Me dijo que su madre era sami. De la región de Sáapmi. Cerca del Círculo Polar Ártico. Me hizo el dibujo de una sami sobre una servilleta. La cara de la madre. Lo dobló en dos. Todo me lo decía en inglés. A veces movía las manos para que yo pudiera entenderla. Y después bebía y cerraba los ojos por un instante. Me contó que en navidad, en Estocolmo, la gente encendía velas adentro de las casas. Y que desde su ventana podía ver las otras ventanas alrededor del patio con las luces encendidas. También me habló del bosque. Y de un jardín que ella siempre atravesaba cuando iba a trabajar. De un cementerio. Yo la escuchaba. Le pregunté si había estado enamorada alguna vez. Tardó en contestarme. Me dijo que sí. Le pregunté si yo le gustaba. Me contestó que si. Bebió un poco de vino. Hizo un silencio. Me dijo, en inglés, que se sentía muy atraída hacia mí. Very attracted. Pero que lo nuestro era imposible, por muchas razones. Ella estaba muy enferma. Debía operarse.



Mariana Docampo es Licenciada en Letras, narradora y poeta. En 2001 publicó Al borde del tapiz (cuentos) en Editorial Simurg. Su novela El molino ganó el segundo premio del Fondo Nacional de las Artes este último año.
El cuadro es de Nils Jakob Olsson Blomen: Faires of the Meadow.

sábado, 18 de agosto de 2007

Una foto de Robert Frank y una pregunta

Más fotos de Robert Frank en el site de adn cultura.
La pregunta: ¿Jorge Lanata ahora escribe para La Nación?

viernes, 17 de agosto de 2007

Mi heroína del mes: Beatriz Vignoli


Y no sólo por la excelente lectura de sus poemas el martes pasado, ni por la mirada fija hacia adelante poseída por el amor a la letra que sabía casi de memoria, ni sólo por el deseo de aferrarse un ratito nomás -lo que dura el poema- a la voz de Blanche Dubois por ejemplo y entre otras, ni tampoco por un poema que me encanta de su libro Almagro: "El bar de la estación Valentín Alsina". Mi heroína del mes es Beatriz Vignoli porque tradujo Cumbres Borrascosas. Lo leo en su blog http://www.rosarinienkultur.blogspot.com/, en una entrada del año pasado, y quiero ser ella por un rato.
Y en honor a la niebla, el frío, a mi amiga Gime que llega este sábado y a Beatriz Vignoli, uno de los mejores comienzos de novela de los que tengo memoria, no es el de Cumbres Borrascosas, pero está emparentado: es el de de Jane Eyre. Si no tuviera un pequeño que demanda que me siente con él a jugar un rato intentaría traducirlo, pero Lucio se trepa al cable de la compu, lo cual no es bueno, así que aquí va, en su versión original, el precioso invierno de Charlotte Brönte:

There was no possibility of taking a walk that day. We had been wandering, indeed, in the leafless shrubbery an hour in the morning; but since dinner (Mrs. Reed, when there was no company, dined early) the cold winter wind had brought with it clouds so sombre, and a rain so penetrating, that further out-door exercise was now out of the question.
I was glad of it: I never liked long walks, especially on chilly afternoons: dreadful to me was the coming home in the raw twilight, with nipped fingers and toes, and a heart saddened by the chidings of Bessie, the nurse, and humbled by the consciousness of my physical inferiority to Eliza, John, and Georgiana Reed.

martes, 14 de agosto de 2007

Como dijo Romana...lo primero es lo primero

La presentación de los libros de Huesos de Jibia me encantó y me dieron ganas de escribir un par de cositas sobre lo lindo que estuvo -aun a pesar de que nunca faltan los encargados de contarte quién odia a quién y de empañar un poco la ensoñación contemplativa a la que me había llevado los poemas de Osvaldo.
Pero primero la propaganda para la muestra de fotos del amigo Peppe que se inaugura el jueves a las 19. La muestra es sobre la tonnara una manera particular capturar el atún, que se practica desde hace miles de años en Sicilia.

lunes, 13 de agosto de 2007

5 poetas


+ Beatriz Vignoli + Osvaldo Bossi + Nurit Kasztelan + Gustavo Gotfried
todos presentan su último hit. Nos vemos en el Centro de la Cooperación.

domingo, 12 de agosto de 2007

Uno de Madariaga

Agotada por un largo día del niño -los festejos a veces pueden ser agotadores- dejo este poema para "mi" Lucio escrito por Madariaga para "su" Lucio. Termina el domingo.

Viaje estival con Lucio

-Aquí ya empiezan a haber caballos-
me decía.
Y el viento del nordeste comenzaba a ser verde
entre los colores del agua de la infancia.
Estábamos ya muy lejos de los bronces, los
mármoles y los floreros pintados "al gusto de
la familia" en los cementerios municipales.

Todo aquello quedaba atrás, y el sueño del viejo
tren casi fluvial nos envolvía.
Mi pequeño hijo de siete años y yo teníamos en
las manos las ramas de las estrellas y
el resplandor lentísimo de los ríos rosados,
donde sangraba el sol de los caballos, las
vaquerías y las antiguas guerras.

Era el primer viaje solos en el tren marrón que
no quiera morir.


De País Garza Real, Editorial Argonauta, 1997

jueves, 9 de agosto de 2007

Sabía que me iba a gustar

Mucho más lindo que ir y comprarse un libro es que te lo traigan de regalo desde países lejanos, que el libro haya atravesado primero el océano, después la larga cola de la aduana en Ezeiza, la ansiedad de la espera, los abrazos en el aeropuerto (siempre tan cinematográficos) y el momento en el que el amigo con amoroso cuidado saca de su valija i picolli pensieri. Estos libros llegan desde Trapani con todo el sol y la sal del agua del Mediterráneo. Son:

Ed é subito sera, la poesía de Quasimodo
1071-1983 Opere, di Leonardo Sciascia
Il meglio dei racconti di Pirandello

Leo rápidamente unos versos de Quasimodo a quien no conocía del todo; estoy contenta, sabía que me iba a gustar. Gracias Peppe!

martes, 7 de agosto de 2007

Orden, ansiado tesoro

Me paso horas intentando establecer un poco de orden. Imagino estantes con cajas etiquetadas, cada caja conteniendo exactamente lo que la etiqueta dice; carpetas donde ir guardando papeles, comprobantes de la AFIP y de ABL clasificados según la fecha; cajones con ropa -¡y sólo ropa!- o armarios donde los abrigos resisten, prolijos el invierno más frío en 45 años. Estoy convencida de que era cierta aquella afirmación de mi madre "El desorden exterior refleja el desorden interior" y soy extremandamente burguesa: me cuesta trabajar con mil quinientas hojas desplegadas sobre el escritorio. Hago listas interminables donde anoto compromisos -conmigo misma- fechas de vencimiento o armo complicdísimos horarios donde anoto en qué lugar de la ciudad tendría que estar, y haciendo qué, a cada hora del día. Pienso que si logro anotarlo todo podré ir cumpliendo tranquilamente con cada tarea.
Y sin embargo, no hay manera de ordenarme.
Por eso los libros se apilan como pueden en la mesa debajo de la ventana. Para la foto traté de aglutinar lo que hace días está ahí esperando ser utilizado -o leído. La plasticola, por ejemplo, es para un album de fotos que le estoy armando a Lucio, el porta chupete debería estar ya en la cajita donde va el algodón y el óleo calcáreo, el frasco de crema vacía es un recordatorio de que tengo que llamar a la farmacia y encargar una nueva, etc, etc, etc. Y me demoro, pienso todavía hay tiempo.
Ni hablar de las lecturas. Están ahí a la espera, todas mezcladas mientras va pasando el tiempo.
En unas semanas nos estaremos mudando a un departamento más grande. Tengo la ilusión de que ahí sí podré finalmente arrancar de cero y mantener libros, objetos, papeles e ideas corectamente ordenados. Para eso ya armé tres listas: "libros que irán en cajas", "libros que tengo que tener a mano" y "libros para la biblioteca". Pero todavía no llamé a la empresa mudadora ni contraté un fletero, ni siquiera comencé a poner las cosas en cajas. Apenas lo escribo estoy por agarrar el teléfono (¿dónde anoté el número del flete?) pero casi al mismo tiempo pienso: todavía tengo un par de semanas y me pongo a hacer otra cosa.

domingo, 5 de agosto de 2007

Así nos conocimos

... con Romana y Dedé, a través de este libro que sacamos juntas en el 2005. Nos reuníamos en El taller, en Palermo, con Javier Cófreces -poeta y editor de En danza. Yo salía corriendo de la oficina en la que trabajaba para llegar a las seis. Y ahí estaba Romana, toda sonrisas, charlando con Cófreces y tomando alguna cervecita com maní. Después llegaba Dedé con el misterio que la caracteriza, venía de lugares que muy claro no nos quedaban y a veces se iba a lugares que tampoco definía del todo. Después llegaría la presentación del libro en la Casa de la Poesía, Sigamos Enamoradas, Quequén, Fedro y más amigas.
Al menos para mí, todo comenzó con este libro: Manzana 49 de Romana, Móviles Azules de Dedé y El lugar de lo mismo, de quien escribe.

jueves, 2 de agosto de 2007

¿Tendríamos que estar haciendo otra cosa?


Así pasamos las tardes de esta semana de gripe... a fin de cuentas no estuvo tan mal.

Un mensaje desde el Sur

Una noche me mostró diapositivas de la ruta 40 y la escalada del Fitz Roy; otra, en medio del barrio Los Coihues, en Bariloche, me mostró imágenes de Groenlandia: un grupo de tres personas se abría paso en el hielo transportando un kayak. Compartimos un invierno y durante un verano nos prestó, a Santiago y a mí, su casa en medio del bosque. Yo escribí algunos poemas para ella y para Azul, que entonces tendría tres años. Euge me manda esta foto de Alaska donde estuvo hace poco y una canción de los Red Hot Chili Peppers, "Snow":


"People need the cover of another perfect wonder
Where it's so white as snow
Privately divided by a world so undecided
And there's nowhere to go
In between the cover of another perfect wonder
Where it’s so white as snow
Running through the field where all my tracks will be concealed
And there's nowhere to go"




miércoles, 1 de agosto de 2007

Atención

Sí: materias nocivas o irritantes mantenerse lejos de mí y de mis amigas. Lo digo para cualquiera que amenace desestabilizar el equilibrio de cada una de nosotras...porque una cosa es desestablizarlo una, así a propósito -cada cual como más le guste y en noches de desenfreno- y otra muy distinta es que lo haga gente que recién conocemos. Porque lo que le pasa a una, es como si nos pasara a todas. Para que se sepa.