Viaje estival con Lucio
-Aquí ya empiezan a haber caballos-
me decía.
Y el viento del nordeste comenzaba a ser verde
entre los colores del agua de la infancia.
Estábamos ya muy lejos de los bronces, los
mármoles y los floreros pintados "al gusto de
la familia" en los cementerios municipales.
-Aquí ya empiezan a haber caballos-
me decía.
Y el viento del nordeste comenzaba a ser verde
entre los colores del agua de la infancia.
Estábamos ya muy lejos de los bronces, los
mármoles y los floreros pintados "al gusto de
la familia" en los cementerios municipales.
Todo aquello quedaba atrás, y el sueño del viejo
tren casi fluvial nos envolvía.
Mi pequeño hijo de siete años y yo teníamos en
las manos las ramas de las estrellas y
el resplandor lentísimo de los ríos rosados,
donde sangraba el sol de los caballos, las
vaquerías y las antiguas guerras.
tren casi fluvial nos envolvía.
Mi pequeño hijo de siete años y yo teníamos en
las manos las ramas de las estrellas y
el resplandor lentísimo de los ríos rosados,
donde sangraba el sol de los caballos, las
vaquerías y las antiguas guerras.
Era el primer viaje solos en el tren marrón que
no quiera morir.
no quiera morir.
De País Garza Real, Editorial Argonauta, 1997
2 comentarios:
Hermoso.
La semana pasada vi unas imágenes de mi hijo a los cinco años. Ayer con sus dieciseis compartimos video de Rock cuya mejor canción (para él) era una que hablaba del camino y la libertad...
Buenos días, paso a dejar mi saludo anti Madariaga... No, Caro, mentira, paso a saludar a las madrecitas con sus preciosos hijos y felices días de los niños.
Muác.
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