Son las cuatro de la tarde de un día de elecciones y todavía no prendí la radio ni la tele, enfrascada en un artículo que quiero terminar. Y es raro. A mí que siempre me alegran los días de elecciones y que con una sonrisa hago la cola para entrar al cuarto oscuro, esta vuelta me encontró desganada con muchas ganas de olvidarme del asunto y volver a casa sin el bendito sellito en el documento. Seguramente habrá a quien estas lineas le resulten ingenuas como diciendo ¿ahora te das cuenta? pero no puedo dejar de pensar que lo que sucede con estas elecciones es muy extraño. Probablemente sea el reflejo de la crisis de los sistemas democráticos de la que tanto se habla. No sé. Sentir que quien gana es la extensión del presidente actual, que no importa qué boleta uno deposite en la urna los dados ya han sido arrojados sobre el paño verde -y no verde esperanza- es al menos perturbador. O quizás estoy probando el sabor de la cotinuidad... es decir, la sensación de que por primera vez -como me decían ayer- no hay que barajar todo de nuevo sino seguir para adelante. Algo me dice que no o que esa continuidad está armada para proteger una forma endogámica de gobierno: siempre los mismos y ahora siempre los mismos y de la misma familia.
En fin, sigo con lo mío. Que como en el caso de todos es también la política.
No hay comentarios:
Publicar un comentario