miércoles, 10 de octubre de 2007

Mi amiga Mori... Ponsowy


EN LA CUERDA FLOJA

La niña camina en la cuerda floja y sabe
que día y noche en el ancho mundo,
más allá de sus pisadas,
asechan para devorarla los espíritus.

Su miedo está hecho de banderas negras
y otros ojos, de cebras tristes
y un acróbata que tras la boca
oculta huesos, selvas arrasadas, fuegos,
sonrisas que se abren al vacío
desdentado de la muerte.

Es pequeña y blanda, no más grande
que otras que la miran desde abajo
con algodón de azúcar pegoteado
entre los dedos, envidiando
sus zapatillas rosas, el brillo
maquillado de su rostro.

Bajo reflectores, brazos extendidos
a los lados, avanza la niña en el aire alto
por la cuerda tan delgada, vence
el titubeo del cáñamo trenzado, evita
a cada paso caer en la visión
que se extiende arriba de ella, abajo,

en los centímetros más allá
de la línea que trazan sus pisadas.
Suena la orquesta, pedalea el oso,
marchan en dos patas los caballos,
de cabeza se para el elefante.
Y de la niña huyen ángeles y almohadas.

Tiene cinco años y un terrón de miedo
en el medio de la boca, a lo largo de la espalda
y en su temblor de cada noche cuando
la caída llama desde el centro de su alma.


Mori Ponsowy

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